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Actualizado: 9 de julio de 2025
"¡La Maya está ardiendo!", se gritaba por todas partes; y era desgarrador el espectáculo que ofrecían los pacíficos habitantes de San Luis, muchos de los cuales tienen parientes y amigos en el pueblo incendiado. Los infelices asaltaron la oficina del telégrafo, y con súplicas y amenazas pedían noticias de los seres queridos.
El gusto, si está olvidado, ¿Qué pregunta le he de hacer? Que el gusto de la mujer No quiere ser preguntado. Mas ¿qué importa, ojos, oídos, Boca, manos, gusto, haceros Testigos, si he de perderos Sólo porque sois queridos?
Aun cuando la religión no nos diera más que esta fe en el renacimiento del pasado, deberíamos bendecir a ella y a su fundador. ¡Y quién no tiene en este mundo seres queridos que espera ver en el otro! 24 octubre de 1825. Me encuentro sola en la casa, arreglándolo todo y disponiendo su cierre. Ayer salieron todos para la ciudad acompañando a mi esposo.
Desde entonces vivieron con relativa economía, y fueron verdaderamente sensatas. Algún tiempo después, en la tertulia de unas amigas, conocieron a dos hombres jóvenes, íntimos amigos y compañeros de carrera. Pepe Gutiérrez y Andrés Pérez, el primero, comandante de ingenieros y el segundo capitán del mismo cuerpo: ambos dignos de ser queridos.
La mañana siguiente, a eso de las diez, bajé al salón y estaba hablando con la Vizcondesa, cuando, con gran sorpresa nuestra, vimos entrar al general, que nos dijo con la mayor alegría: Buenos días, queridos amigos. ¡Cómo!... ¡Dios mío!... ¿De dónde sale mi yerno? ¿Por dónde ha llegado?... No hemos oído entrar el carruaje en el patio.
Me gusta mucho recitar continuamente y con el pensamiento puesto en Dios, desde las arboledas de Milly, bajo la sombra de la casa que ha visto nacer a todos mis queridos hijos, este versículo de los Salmos: «Señor, ya que habéis sido mi tranquilidad y mi esperanza en los días de mi juventud, ¡no me dejéis abandonado, en los de mi vejez! ¡Cuando las fuerzas me faltan, no me retiréis vuestra diestra mano!»
Ante el murmullo constante de rápidos surtidores, que descienden bullidores en un caer incesante, hace sentir palpitante mi corazón sus latidos, y cien recuerdos queridos. Cual procesión ilusoria, desfilan por mi memoria con marchar avasallante.
Esto digo yo de la sociedad de judíos. Más que del espíritu de Jehová, se acordarán indudablemente del tanto por ciento que se prometen del canal ó del ferro-carril. Entramos en el célebre restaurant de la Sílfide, nos sentamos, se llega un garçon ... pero basta por hoy, mis queridos lectores. Para mañana tengo un plan oculto.
Pero mientras esto decía, parecíale muy desconsolador renunciar al divino amparo de aquella celestial Virgen que se le había aparecido en lo más negro de su vida extendiendo su manto para abrigarla. ¡Ver realizado lo que tantas veces había visto en sueños palpitando de gozo, y tener que renunciar a ello!... ¡Sentirse llamada por una voz cariñosa, que le ofrecía amor fraternal, hermosa vivienda, consideración, nombre, bienestar, y no poder acudir a este llamamiento, inundada de gozo, de esperanza, de gratitud!... ¡Rechazar la mano celestial que la sacaba de aquella sentina de degradación y miseria para hacer de la vagabunda una persona, y elevarla de la jerarquía de los animales domésticos a la de los seres más respetados y queridos!...
La enferma quiso hablar por vez postrera para despedirse de los seres más queridos de su corazón, pero su debilidad era tan grande y sus fuerzas decaían de tal modo, que sólo a costa de un esfuerzo sobrehumano, logró articular algunas palabras.
Palabra del Dia
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