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Actualizado: 6 de mayo de 2025
A usted deben quererla todos los que la traten... Al menos por lo que a mí se refiere, hace poco tiempo que la conozco y ya se me figura que la quiero... Después de decir esto comprendí que era algo descomedido y quedé confuso. Traté de atenuarlo siguiendo: Tiene usted un carácter abierto, campechano, que la hace muy simpática.
El suponer en ejercicio una facultad, y quererla privar de las condiciones á que sus funciones están sometidas necesariamente, es una contradiccion. Nuestra alma percibe lo múltiplo, y por lo mismo que lo percibe, ella no puede serlo, es necesario que sea una.
¿Cómo no ha de quererla Juan? decía la infeliz, entre golpes de lágrimas, a los pocos momentos, siendo aquel llanto de Lucía extraño, porque no venía a raudal y de seguida, aliviando a la que lloraba, sino a borbotones e intervalos, sofocándola y exaltándola, parecido al agua que baja, tropezando entre peñas, por los torrentes . ¿Cómo no ha de quererla Juan, si no hay quien ame lo hermoso más que él, y la Virgen de la Piedad no es tan hermosa como ella?
Desde la época en que la niña me fue enviada y en que comencé a quererla como si fuera mía, recibí bastantes luces para tener confianza, y ahora que ella dice que no me dejará nunca, creo que tendré confianza hasta mi muerte. En Raveloe había una época del año que era considerada como particularmente conveniente para casarse.
Aquel rasgo gracioso de modestia levantó gran alborozo. ¡Ole por las mujeres simpáticas! ¡Todo el mundo á quererla! ¡La pura arropía!... Y sonaban las palmas, y chocaban los vasos y gritaban como energúmenos jaleando á la cantaora. Pero aquel entusiasmo se enfrió momentáneamente porque, Antonio, con uno de sus descompasados ademanes, echó á rodar una caña y la quebró.
Señor mi amo, le respondió Cacambo, Cunegunda está fregando platos á orillas de la Propontis, en casa de un príncipe que tiene poquísimos platos, porque es esclava de un soberano antiguo llamado Ragotski, á quien da el gran Turco tres duros diarios en su asilo; y lo peor es que ha perdido su hermosura, y que está horrorosa de puro fea. ¡Ay! fea ó hermosa, dixo Candido, yo soy hombre de bien, y mi obligacion es quererla siempre. ¿Pero cómo se puede encontrar en tan miserable estado con el millón de duros que tu le llevaste?
Pues para probar que hablo seriamente, me voy a permitir darle a usted un consejo. Diga usted. Haga usted una prueba... doble. La empresa está ya convencida de que usted sirve, y de que el público ha de quererla más cada día. En cuanto usted lo intente, verá cómo le guardan ciertas consideraciones.
No se concibe que ella converse con un mozo sin coquetearle. Una expresión de sufrimiento alteró las facciones de Muñoz. ¡Cómo debe quererla, el pobre! murmuró Lucía al oído de Charito. Y dirigiéndose a él: Adriana puede volver a quererlo, y en todo caso, de no quererlo Adriana, no ha de faltarle otra.
Si entender, si querer, si el tener conciencia de que se siente, no son acciones, no sé dónde podremos hallar el tipo de una verdadera accion. El percibir una cosa; el quererla; el acto imperativo de la voluntad para emplear los medios que puedan proporcionárnosla son indudablemente acciones: y la accion es el ejercicio de la actividad.
Ambos son agradabilísimos por su semejanza y desemejanza, su inocencia, su fraternidad. ¡Oh! ¡quién podrá revelarme el misterio del alma infantil y encantadora que fabricó ese juguete de hadas! Vésela circular aún esa alma libre y cautiva á la vez, mas con cautiverio amoroso, y que sueña con la libertad sin quererla por entero.
Palabra del Dia
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