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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Y de allí nadie le podía sacar y no había amenazas capaces de intimidarle. En vano el Gobernador M hizo un viaje expresamente para hablarle y meterle miedo; él á todo respondía: Podeis hacer lo que querais, señor Gobernador, yo soy un ignorante y no tengo fuerzas.
Aquella violencia, mejor aún, aquella ferocidad, turbaba su alma delicada; el poco apego que el cura mostraba a los asuntos teológicos o de tejas arriba le indignaba; pero sobre todo, la avaricia sórdida de aquel viejo, que estaba con un pie en el sepulcro, del ministro de Aquel que dijo: «No queráis tener oro, ni plata, ni dinero, ni en vuestros viajes llevéis alforja, dos túnicas, ni zapatos, ni báculo,» le causaba repugnancia invencible.
Sin embargo, dijo con indiferencia: Como queráis; pero ante todo, voy a beber un trago de cerveza. Y después de haber llamado, se recostó en dos sillas y se puso a golpear la repisa de la ventana con el mango del látigo.
Luego exclamó: ¡Qué sueño tan horrible! Ya que de sueños habláis dijo Quevedo , tomad lo pasado como sueño y escarmiento. No juguéis más con el alma de la mujer, porque las mujeres son terribles. Olvidad. No puedo. Domináos. Tengo el corazón despedazado. Por lo mismo, y porque estáis experimentando lo que es tener el corazón amargo y sangriento, no queráis que le tenga también vuestra esposa.
Pues quisiera dejarlos aquí, á vuestro cuidado, con todas las buenas cosas que contienen, á excepción de esta cajita de plata labrada, cristal y piedras preciosas, regalo de mi capitán á la baronesa de Morel. ¿Queréis guardarme mi tesoro? Descuidad, arquero, que conmigo estará tan seguro como en las arcas del rey. Volved cuando queráis, que aquí habréis de hallarlo todo intacto.
Y comprenderéis por qué, cuando sepáis lo que vengo a pedir a vuestro padrino. Bettina soltó las manos de Juan, y se volvió hacia el abate. Vengo, señor cura, a rogaros queráis escuchar mi confesión. Sí, mi confesión... Pero no penséis en iros, señor Juan. Haré mi confesión públicamente, con mucho gusto hablaré delante de vos... y hasta pienso que será mejor así. Sentémonos, ¿queréis?
Ahora podéis descansar cuanto queráis dijo el bufón. No; no, señor dijo el cocinero mayor ; lo que yo quiero es irme de aquí; irme muy lejos de aquí, porque aquí tengo mucho miedo, porque me muero aquí; porque creo que se me va á caer encima esta maldita casa. ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío! Y se echó estrepitosamente á llorar.
Lo embargaba el temor de que la acusación de Godfrey fuera cierta y que su propia voluntad se elevara como un obstáculo ante la felicidad de Eppie. Durante algunos instantes permaneció silencioso, luchando consigo mismo, porque quería dominarse antes de hablar. Por fin, las palabras salieron trémulas de su boca: No diré nada más. Será como queráis. Habladle a la niña. Yo no quiero impedir nada.
Todo lo que es algo, existe; y sin embargo, el tiempo no lo encontrais existente nunca. Su naturaleza se compone de instantes divisibles hasta lo infinito, esencialmente sucesivos, y por tanto incapaces de simultaneidad. Fingid el instante mas pequeño que querais, ese instante no existe; porque se compone de otros infinitamente pequeños, que no pueden existir juntos.
¿Ni vuestro hermano? No le tengo. ¿Ni vuestro amante? Nunca le he tenido. ¡Ah! ¿Qué os sucede? Quisiera saber quién os sigue. No volváis la cara, que sin que la volváis os sobrará acaso tiempo de saberlo. Pero si no es asunto vuestro... ¿Sabéis que sois muy curioso, caballero? ¡Ah!, perdonad: me callaré. No, hablad; hablad. Pero si mis palabras os ofenden... Habladme de lo que queráis.
Palabra del Dia
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