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Actualizado: 5 de junio de 2025
"¡Bendito seáis vos, Señor -quedé yo diciendo-, que dais la enfermedad y ponéis el remedio! ¿Quién encontrara a aquel mi señor que no piense, según el contento de sí lleva, haber anoche bien cenado y dormido en buena cama, y aun agora es de mañana, no le cuenten por muy bien almorzado? ¡Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿A quién no engañara aquella buena disposición y razonable capa y sayo y quién pensara que aquel gentil hombre se pasó ayer todo el día sin comer, con aquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trujo un día y una noche en el arca de su seno, do no se le podía pegar mucha limpieza, y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos, se hacía servir de la halda del sayo?
Al rededor se veían por todas partes monumentos en que había esculpidos escudos de armas; y en esta sencilla losa, como el curioso investigador podrá aún discernirlo, aunque se quede confuso acerca de su significado, se veía algo á semejanza de un escudo de armas.
Yo quedé de simple redactor, pero encargado además de entenderme con el impresor y corregir las segundas pruebas.
¿No sería bien aguardar aquí hasta ver qué recibimiento le hace su hermano? propuso Tristán. No tal, dijo Roger. Bien ó mal recibido, lo probable es que me quede en la granja de Munster y esperarme aquí sería tiempo perdido. Sin embargo, observó Simón, por lo que pueda ocurrir bueno será que sepas dónde hallarnos, llegado el caso.
Total, que Quilito subió a su cuarto muy enfadado, Pablo se fué a la oficina de mal humor, y yo quedé con jaqueca. ¡Qué muchacho, Señor!
Tierna la de don Quijote, temeroso de que no se le acabase la vida, y no consiguiese su deseo por la imprudencia de Sancho, le dijo: -Por tu vida, amigo, que se quede en este punto este negocio, que me parece muy áspera esta medicina, y será bien dar tiempo al tiempo; que no se ganó Zamora en un hora.
Guillermina extendió la mano para taparle la boca; pero sin resultado. «Yo no podía hablar... Me quedé como una estatua; me dieron ganas de llorar, de echar a correr o de no sé qué». No le diría a usted nada de particular indicó la santa muy asustada, quitando gravedad al asunto . Nada más que un saludo... ¿Qué saludo?... Verá usted.
Y la verdad es que no logré el intento. Porque en vez de mostrarse lisonjeados por tal acto de devoción, pareciome que se animaban con leve expresión de burla. Quedé un poco acortado. ¿El señor viene a tomar las aguas? me preguntó la madre entre directa e indirectamente. Sí, señora; acabo de llegar de Madrid. Son maravillosas. Dios Nuestro Señor les ha dado una virtud que parece increíble.
Me quedé... ¡ay!, no te quiero decir nada. ¿Y tu marido estaba contigo? No; ese es el caso. Fenelón había ido a París a hacer compras. En París estaba Moreno, le vio... y chitito callando se fue a Royan, sabiendo que me cogía sola y descuidada.
Me echo a la calle, contrato un carruaje para dentro de una hora, por verme libre del asedio de los cocheros, me guío por el estruendo, y de improviso, heme frente a la catarata. ¿Quedé absorto? No, no comprendí. Aquello es inmenso, inaudito.
Palabra del Dia
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