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Actualizado: 20 de julio de 2025


Ante la barbarie refinada, fría y cruel del sabio ambicioso, prefería la barbarie pueril y modesta del salvaje: le molestaba menos, y además no era hipócrita. Por esto los únicos enemigos que le inspiraban conmiseración eran los soldados obscuros y de pocas letras que se pudrían en aquellas tumbas.

Estos recién llegados también reían al ver al gigante, con un regocijo pueril, mostrando en sus gestos y sus carcajadas algo de femenino, que empezó á llamar la atención de Gillespie. Iba ya transcurrida una hora, y el prisionero empezaba á encontrar penosa su inmovilidad, cuando se hizo un profundo silencio. Procurando no moverse, torció á un lado y á otro sus ojos para examinar á la muchedumbre.

Emborronó mucho papel; le rasgó enseguida; y la carta no salía jamás a su gusto. Ya era seca, fría, pedantesca, como un mal sermón o como la plática de un dómine: ya se deducía de su contenido un miedo pueril y ridículo, como si Pepita fuese un monstruo pronto a devorarle; ya tenía el escrito otros defectos y lunares no menos lastimosos.

Lautrec se marchaba al día siguiente y no podía resignarme a dejárselas. ¿Qué decían esas cartas? Frases de novela... esas tonterías sentimentales, sin sinceridad, que divierten a la frivolidad de las mujeres... ¡Qué castigada estoy por aquella pueril vanidad!... ¿Las tiene Lautrec? No... Me las ha devuelto. ¿No dice usted que no estaba en su casa?

Por más que parezca pueril, tal vanidad es más común de lo que se cree. ¿Á quién no le agrada, cuando vuelve al lugar de su nacimiento, darse cierto tono, sin ofender á nadie, manifestando cuán importante papel ha hecho en el mundo? Gente hay que no espera para esto á ir á su lugar.

Y cuando pasaba un rato largo sin que él se moviera, Jacinta se entregaba a sus reflexiones. Sacaba sus ideas de la mente, como el avaro saca las monedas, cuando nadie le ve, y se ponía a contarlas y a examinarlas y a mirar si entre ellas había alguna falsa. De repente acordábase de la jugarreta que le tenía preparada a su marido, y su alma se estremecía con el placer de su pueril venganza.

Y mirándola él también, de repente volvió a su risa pueril, motivada por las cosquillas que en el cuello le hacía el gatito... «Si es un granuja este... si no me deja vivir». Fortunata daba suspiros, sin que el anciano se enterase de esta expresiva manifestación de disgusto, y al fin, ella, comprendiendo que era inútil esperar de aquella ruina apuntalada un consuelo y un consejo, decidió retirarse.

El rudo marinero del Finisterre, el campesino de los departamentos centrales, el obrero burlón de la ciudad, el marroquí sombrío, el negro pueril, veían abrirse ante su pensamiento bellezas desconocidas, paisajes no sospechados. La señorita blanca era la poesía, la delicada sensualidad de vivir que llegaba hasta ellos.

Quita allá, bullanguera dijo la Filosofía arrancándole a la Música el penacho ó acento que muy erguido sobre la u llevaba; que allá, que para nada vales, ni sirves más que de pasatiempo pueril. Poco á poco, señoras mías gritó un Sustantivo, alto, delgado, flaco y medio tísico, llamado el Sentimiento.

El no era jugador; le fatigaba permanecer inmóvil ante una mesa; creía pueril preocuparse por el rodar de una bolilla de hueso ó las combinaciones de unas cartulinas pintadas. ¡Hay en la vida tantos placeres más interesantes!... Pero aquella noche, orgulloso de su poder, sintió deseos de reñir una batalla con la fortuna.

Palabra del Dia

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