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Actualizado: 20 de junio de 2025
Hubo un momento en que creyó que un alfiler olvidado sobre su pecho se le metía carne adentro. «El rey de las praderas» quedaba visible únicamente de busto, con una cabeza enorme, y anonadado por lo angustioso de su situación, bajaba la mirada. Luego iba elevando sus ojos, para fijarlos directamente en el público con una expresión de dolor pueril.
Ni por un momento he tratado de mezclar la religión en mi crítica ni tampoco está en mis manos variar las consecuencias que se deducen de los hechos mencionados en las novenas, que es la literatura responsable de un estado de mentalidad pueril, absolutamente inadecuada para la inteligencia de la moral, compuesta de elementos paralizadores y no de progreso.
No juzgaba que hubiera nada pueril en una reforma que tenía causa tan grave y que podía tener un resultado muy serio. Hice de mis lecturas lo mismo que había hecho de otras mil cosas: considerándolas como alimento importantísimo de mi espíritu, las expurgaba. Ya no sentía la necesidad de aclaraciones en asuntos del corazón.
No sé si fue un sentimiento de noble dignidad, o por el contrario un vano y pueril orgullo, lo que me impulsó a contestar con entereza, afectando no sólo conformidad sino indiferencia ante el golpe recibido. Señora condesa dije , comprendo mi inferioridad. Hace tiempo que pensaba en esto, y nada me asombra.
En el monótono arrullo de aquel constante y largo rumor del viento y de la lluvia, no hice más que pensar en el tumulto que producirían en torno a la alcoba y al sueño de Magdalena, si es que dormía. Mi fuerza de reflexión no iba más allá de esa sensación pueril y puramente física. Disipada la tempestad, Agustín me obligó a salir desde por la mañana.
Todo esto, a veces, me parecía un programa indefinido, nebuloso, pueril e idealista. Mas el deseo de esta aventura original y épica, acababa por convencerme, arrastrándome como a las hojas secas los remolinos del viento. Suspiré anhelante por pisar la tierra de China. Después de largos preparativos aligerados a peso de oro, una noche, por fin, partí para Marsella.
Deducen de aquí malignos o apasionados escritores que don Francisco se sintió lastimado en su amor propio, y que por tan pueril quisquilla se vengó del Inca haciéndole degollar.
De pronto, sonrió con pueril expresión de venganza. «¡Gallego!...» Y le volvió la espalda orgullosa de este saludo de despedida. Fernando se encogió de hombros, satisfecho y molesto al mismo tiempo. Llegaba la deseada liquidación de su vida oceánica. Había bastado que el buque se aproximase a tierra, para que se rompiesen por sí solas todas las relaciones establecidas en el curso de la navegación.
El cañón había abierto durante la noche grandes ventanas en las arboledas que lo tenían oculto. Lo que más le asombró al contemplar este paisaje matinal, sonriente y pueril, fué no ver á nadie, absolutamente á nadie. Tronaban cumbres y arboledas, sin que se mostrase una sola persona. Más de cien mil hombres debían estar agazapados en el espacio que abarcaban sus ojos, y ni uno era visible.
Es fácil de ver que este argumento era muy á propósito para formar una tragedia verdadera, y que en manos del poeta se convierte, no en tragedia, sino en caricatura; que la impresión que debiera hacer se debilita por las muchas y horribles catástrofes que la sofocan, y que el autor, á pesar de sus esfuerzos en mantenerse á la altura del trágico coturno, degenera no pocas veces en ridículo y pueril.
Palabra del Dia
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