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Actualizado: 27 de noviembre de 2025
De la noche a la mañana traspasó, pues, la pulpería, y con los reales que el negocio le produjo se trasladó a Chile, donde en Valdivia puso una cantina. ¡Qué fortuna la de las anchovetas! En vez de ir al puchero se las deja tranquilamente en el agua.
El barquillero se enderezó llevándose las manos a la región lumbar, y sobriamente, sin concupiscencia, se desayunó bebiendo las sobras por el puchero mismo.
Aunque usted se burle, debe de ser una bendita, porque tan joven, tan guapa y vivir así... Por la mañana va una chiquilla, por cierto muy chula, y le trae de la plaza cualisquier cosa para comer, y le pone el puchero, y le barre el cuarto, y se larga. Luego ella se las arregla solita, y se pasa el día cose que cose... y también lee mucho. ¿Y dices que no tiene lío?
¡Cuánto había tenido que arañar los cuatro terrones que desde su bisabuelo venía regando toda la familia con sudor y sangre, para juntar el puñado de duros que en un puchero guardaba enterrados bajo de la cama! ¡En seguida se dejaba arrancar cuarenta duros!...
Por la noche, los hombres de la gañanía contemplaron en silencio las manipulaciones de las dos brujas en torno de un puchero puesto a la lumbre, con ese respeto crédulo de las gentes del campo por todo lo maravilloso. La enferma bebió humildemente el cocimiento y recibió sobre el pecho el emplasto, manejado misteriosamente por las dos viejas, como si contuviese un poder sobrenatural.
Ya zabe uzté cómo ha de decirle a zu monjita que ha comió japuta añadió. Confieso que el sacar a cuento a mi novia me hizo malísima impresión. Me contenté con sonreír levemente y traté en seguida de cambiar de tema. Pero él insistió al cabo de un momento: ¿Y cuándo se caza uzté, compare?... Ezo huele ya a puchero de enfermo. No sé cuándo me casaré ni si me casaré respondí, bastante secamente.
Gracias que yo partía con ustedes lo que me daban en las casas ricas, y una noche, ¿se acuerda? traje un hueso de jabalí que lo estuvo usted echando en el puchero seis días seguidos, hasta que se quedó mas seco que su alma puñalera. Yo no tenía obligación de traer nada: lo hacía por la Silvia, á quien cogí en brazos cuando nació de señá Rufinica, la del callejón del Perro.
Y cambiando en seguida de tono, sacó Guy de un bolsillo de terciopelo verde una grande y pesada moneda de oro, y se la tiró a Manuel, diciéndole: Anda, buen hombre. Ahí tienes para poner gallina en tu puchero todos los domingos durante un año. No la vayas a jugar como un bellaco. Mejor que estar departiendo con los criados, vamos al salón, vizconde interrumpió don Fernando.
¡Holgazanazas! ¡Pendonas! Mejor estabais en vuestras casas espumando el puchero o recosiendo calcetas... ¡Lástima de vara de fresno! Si yo fuera marido o padre vuestro, ya os diría lo que era candonguear a todas horas por la iglesia... Estos y otros requiebros semejantes eran los que el cura murmuraba por los rincones de la iglesia en tono bastante alto para que pudieran oírle.
Además, la duquesa es una mujer sublime y hace cosas de las que ni tú ni yo seríamos capaces. ¿Tomarías tú caldo durante todo un año y en todas las comidas? ¡Caramba! ¡No me parece eso muy divertido! ¡Pues bien! la duquesa pone el puchero a la lumbre cada dos días, porque a su marido no le gusta la sopa de vigilia.
Palabra del Dia
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