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Actualizado: 14 de junio de 2025
El día en que caiga el duque de Lerma, ese joven será tu esposo: te prometo ser tu madrina. Más fácil es que el duque de Lerma muera en un patíbulo, lo que por desgracia no deja de ser dificilísimo, que el que yo sea esposa de ese joven. ¿Y por qué? Olvida vuestra majestad que mi padre, tratándose de mi enlace, no prescindirá jamás de su nobleza. Ese joven es hidalgo, según he entendido.
Lo que sí te prometo es que, ese día, el día que yo le cobre las cuentas a Eneene de la manera que te he indicado, hago saltar la Bolsa en seguida, y si no ese día, la víspera, cuando no haya empezado el alboroto todavía: he de elegir la hora en que todos los especuladores estén reunidos tramando sus picardías: ¡ya subirán todos más alto que el mismo oro! te lo advierto, para que te cures en salud y no vayas por allí.
Prometed, prometed, sin explicaciones, sin condiciones. Está bien; lo prometo... ¿Vais a responder francamente, por sí o por no, a las preguntas que os dirija? Responderé. ¿Os han dicho que yo mendigaba en las calles de New-York? Sí, señora, me lo han dicho. ¿Y que había sido amazona de un circo ambulante? Me lo han dicho, señora. ¡Sea enhorabuena!
La duquesa miró al cielo como un náufrago mira la orilla. Si Dios es justo murmuró , no nos separará; nos llevará a todos juntos. No, querida mamá; usted vivirá para mi padre. Usted, padre mío, vivirá para sí mismo. Te lo prometo respondió ingenuamente el viejo.
Valentina tuvo, en efecto, lástima de él, y le dejó; pero todavía le retorció el pellejo de los brazos unas cuantas veces. A mí no se me engaña, ¿lo sabes? ¡A mí no se me engaña! Si vuelvo a saber que has estado con ella, excusas de venir más por aquí. Bueno, te prometo no hablarla más; pero no vayas a hacer caso del primer cuento que te traigan.
¡Bien está vuesa merced en la cuenta! -respondió don Quijote-. Bien parece que no sabe las entradas y salidas de los impresores, y las correspondencias que hay de unos a otros; yo le prometo que, cuando se vea cargado de dos mil cuerpos de libros, vea tan molido su cuerpo, que se espante, y más si el libro es un poco avieso y no nada picante.
Le dio varios palmetazos en los hombros, y él la vio salir con desconsuelo. Habría deseado que le acompañase algún tiempo más, pues sus palabras le producían mucho bien. «Oye una cosa... Si quieres llamarme temprano, hazlo... Yo te prometo que mañana estaré más formal que hoy». Si estás despierto, entraré.
No se case sino con su gusto y mujer de casta, que le prometo que con ser yo no muy rica, no he querido casar mi sobrina, con haberle salido ricos casamientos, por no ser de calidad. Ella pobre es, que no tiene sino seis mil ducados de dote, pero no debe nada a nadie en sangre. -Eso creo muy bien -dije yo.
¡Su hermano, sí! exclamó Amaury con efusión, un hermano adicto en cuerpo y alma, se lo juro. Acepto, querido tutor, con gratitud, estos deberes paternales que me impone su tierna solicitud, y a pesar de mi juventud, prometo no abandonarla hasta que tenga a su lado un marido digno de ella, que la ame de corazón.
Y aún amaros a vos, sí, amaros con desvarío os prometo... ¡Amor impío, digno de vos y de mí! NU
Palabra del Dia
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