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Intenta reconciliarse otra vez con ella, pero se presenta á la sazón su hija María, vestida de luto, y le anuncia la muerte prematura de su paciente madre. Enrique, profundamente afligido, baja la cabeza y se acusa de su pecado. Para enmendarlo en lo posible, promete á María casarla con Felipe II, rey de España. Convoca después el Parlamento, y hace que la reconozcan como heredera del trono.

La Razón exhorta una vez más á los engañados á pensar en su salvación, y á embarcarse en el buque del arrepentimiento, el único que los librará de su ruina; pero el Alma nada quiere oir hasta que el mismo Jesucristo, dueño de este buque, se presenta acompañado de ángeles, y promete conducirlos á la bahía de la Salud, si llegan á arrepentirse.

Busca otra región más pura; que mi patria te promete por laureles el grillete por templo cárcel obscura. Que si es infame e impío oprimir a la verdad, ¿No fuera en desvarío detenerte al lado mío privada de libertad? Y ¿a qué cantar, cuando llama a serio estudio el Destino, cuando la tempestad brama, cuando a sus hijos reclama ronco el pueblo filipino?

Hasta ahora no sirven para ilustrar mucho la situación: egoísmo, filosofía, mal humor y recriminaciones, esto es lo que nos dan las cuatro primeras muestras. La de Ribert asegura que esto es ya un éxito enorme que nos promete para los días siguientes cartas de un interés palpitante. Como yo no pido más que palpitar, espero... «Bernardo Monastiel a una persona seria.

Otras me camela pa que sea monja; pero monja de señorío, de las de gran dote, y me promete correr con todo el gasto. Pero yo digo que no: «Señora, no quiero ser santa; me gustan mucho los hombres...» Pero ¡Jesú! ¡qué barbariaes digo!

La Providencia y el Acaso juegan al ajedrez sobre España, que siempre ha sido un tablero con cuarteles de sangre y plata. Entusiasmo de la Sanguijuelera, que cada día simpatiza menos con la demagogia. Dice que los señores son siempre señores y los burros siempre burros. Se promete ir a recibir al nuevo Soberano y aun medita una arenga.

A solas con el dolor, el señor de Elorza sintió más vivo su desconsuelo y más profunda su desgracia. En la juventud apenas hay una que no sea reparable. Las pasiones, los sentimientos son más intensos, pero también más fugaces. Se vive de lo porvenir, y al través de las más negras y furiosas borrascas, nunca deja de lucir algún punto luminoso que nos promete consuelo.

La fama de sus proezas en las novilladas de los pueblos llegó a Sevilla, haciendo fijarse en su persona a los aficionados inquietos e insaciables, que siempre esperan un nuevo astro que eclipse a los existentes. Paece que es un niño que promete decían al verle pasar por la calle de las Sierpes con paso menudo, moviendo arrogante los brazos . Habrá que verlo en el terreno de la verdá.

Ha aprovechado algunas ideas sobre la agricultura y horticultura, y las ha puesto en práctica aquí con tal éxito, que da gusto ver su roza, como él la llama humildemente. No, no es una simple roza aquélla, sino una hermosa plantación de mucho porvenir. Está muy naciente aún; pero ya promete bastante.

Su libro tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y, entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre.