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Actualizado: 11 de noviembre de 2025


Le pregunté repetidas veces si podía hablar con ella, y siempre me contestó que era de todo punto imposible: si la mamá llegaba á saber algo ¡adiós balcón! No podía pensar en aquella niña sin sentir profunda melancolía, como si personificase mi juventud, mis ensueños de oro, todas mis ilusiones, que para siempre estaban separados de por barrera infranqueable.

En cuanto á , apenas puedo decir que pensaba; una extrema sensación, mezcla de una alegría profunda y de una profunda amargura, había invadido todo mi ser, y me abandonaba á ella, como suele uno abandonarse á un sueño, del que tiene conciencia, pero no fuerza para sacudir su encanto. Llegamos á media noche.

El cuerno, sucio de sangre y de excremento animal, fraccionado muchas veces por los golpes en menudas astillas, rompía las carnes, las rasgaba, las perforaba, siendo al mismo tiempo profunda herida penetrante y aplastadora contusión. Y sin embargo, las atroces heridas se curaban con mayor facilidad que las de la vida ordinaria.

Quisiera deciros toda la gratitud que hay en mi corazón, pero me faltan las palabras. Perdonadme... Gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas. Jacobo las enjugó con la mano, ahogó un sollozo y haciendo un gesto de enfado se dirigió hacia la popa del navío. Allí se sentó en un rollo de cuerdas y dejando caer la cabeza entre las manos tomó una actitud de profunda meditación.

Es un drama á que conviene este doble título: RICO Y CÓMPLICE. No niego á la escuela francesa grandes arranques, grandes gérmenes de progreso, intencion deliberada y profunda alguna vez, pero la lógica y la conciencia, el juicio y la moral, salen generalmente con los tiestos en la cabeza.

Entre él y D. Narciso había una enemiga profunda, feroz. Pero éste le tenía miedo. El antiguo cabecilla de las huestes carlistas era capaz, si se le irritaba un poco, de apalearle en la misma iglesia. Don Miguel triunfaba por el terror. El P. Narciso afectaba despreciarle, pero siempre a sus espaldas.

Roger había lanzado al suelo su rota espada y contemplaba aquella dolorosa agonía con profunda lástima. Todo su furor habíase disipado como por encanto.

Vaciló el viejo sobre sus piernas, pero antes de caer al suelo, la hoz partió horizontalmente contra su cuello, y... ¡zas! cortando la complicada envoltura de pañuelos, abrió una profunda hendidura, separando casi la cabeza del tronco. Cayó don Salvador en la acequia; sus piernas quedaron en el ribazo, agitadas por un pataleo fúnebre de res degollada.

Habiendo caminado de mañana distancia de cinco leguas, llegamos á pasar un gran arroyo de mucha barranca y profunda: y siguiendo el mismo rumbo del E, llegamos á las doce del dia á un arroyo pequeño, donde paramos para que comiese la gente de lo que se habia cazado, y descansase la caballada un poco.

En el aire perfumado de los bosques la riente imagen de la señora Liénard se le aparecía con mayores atractivos aún; veía sus ojos límpidos, su frente pura y la morbidez de sus mejillas aterciopeladas, la gracia de sus labios... Se apoderaba de él una profunda melancolía al pensar que todas esas delicias, que todas esas suavidades de la intimidad femenina no se habían hecho para él.

Palabra del Dia

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