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Actualizado: 7 de julio de 2025


Examinémoslo en el órden subjetivo y en el objetivo. ¿Qué nos ofrece la pesadez en cuanto sentida por nosotros? nada mas que esa afeccion, que llamamos peso, esto es, una presion en nuestros miembros. ¿Qué nos ofrece la pesadez objetivamente? la direccion de los cuerpos hácia un centro con tal ó cual velocidad, segun las circunstancias; en todo esto solo hallamos, ó un hecho puramente interno que es la sensacion ingrata de peso ó prision, ó puras relaciones de objetos extensos en el espacio y en el tiempo.

Su excelencia me da muchas todos los días, señora contestó respetuosamente Santos. Una orden de... prisión. Efectivamente, señora: su excelencia me ha dado orden de que mande en su nombre á un alcalde de casa y corte, que prenda á... ¿Don Francisco de Quevedo? , señora. Don Francisco es caballero del hábito de Santiago y no puede ir á la cárcel dijo doña Catalina. Se le prenderá en su casa.

En el auto al Nacimiento de Mira de Mescua, titulado El sol á media noche, nos ofrece convertida en esclava á la Naturaleza humana, lamentándose así en la prisión de su desdichada suerte: Tierra cercada de abrojos, Agostada, mustia y seca, Mieses con sudor regadas, Plantas de frutas acerbas, Mudos peces, mar salado, Viento sordo, aves ligeras.

El primero, con otros caballeros francos, ha caído en manos de Fierabrás, siendo encerrados todos en el castillo encantado para morir al día siguiente. Floripes, hermana de Fierabrás, entra en la prisión de su amante y mata á los carceleros; pero Fierabrás acude corriendo, y pone sitio al castillo para rendir por hambre á su hermana y á los caballeros cristianos.

Torrebianca aún estaba libre, pero bien podía ser que lo vigilase preventivamente la policía mientras el juez estudiaba su culpabilidad. Aunque la frontera de España estaba lejos, la pasarían antes de que la Justicia hubiese lanzado una orden de prisión.

Así se las Dios. ¡Hola, hola, señor mío! ¿Cómo ha salido de la cárcel sin mi licencia? No hizo falta, señor Visitador. He dado mi palabra, y sabré cumplirla, de regresar en breve a la prisión. Supongo a lo que usted viene..., a hablarme, sin duda, de su causa. Precisamente, señor Visitador. Pues tiempo perdido, amigo mío.

Ahora no tengo contra nada, absolutamente nada, porque, según el viento que corre, lo de la herida de Calderón no hay que tomarlo en cuenta. Temí por don Juan, pero puse en planta lo que sobra para tener descuido, y ó yo me he vuelto tonto, ó mi prisión no entiendo, ó anda por la corte algo que yo no veo.

Mi padre, por lo tanto, retenía en su memoria los más insignificantes detalles de aquel edificio que cuando niño le había servido de casa de recreo y ahora de prisión. Cuando mi padre entró en semejante prisión, se figuró estar en su propia casa. Por fortuna, también, el carcelero había servido en su mismo escuadrón, y acostumbrado a respetar a su capitán, enterneciose al verle de nuevo.

Que he tenido soplo que está aquí en este garito de los pobres, y no me ha de salir ninguno deste aposento hasta reconocellos a todos, porque me importa hacer esta prisión.

Cuando María entró en la alcoba estaban en ella Marta y Ricardo; la niña sentada cerca de la cabecera y Ricardo a los pies de la cama. El joven marqués, al saber en la Fábrica la prisión de María, había solicitado del coronel que se le relevase en la guardia aquella noche, y otorgada su petición, corrió a casa de Elorza cuando ya don Mariano y su hija estaban fuera del pueblo.

Palabra del Dia

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