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Actualizado: 19 de junio de 2025
Luego, mientras dirigía la defensa de la posición aguardando la llegada de refuerzos, se le ocurrió la sospecha de que aquel enemigo cuyo cadáver estaba á poca distancia podía ser un individuo de su familia, uno de los Hartrott. Parecía, sin embargo, más viejo que sus primos y mucho más joven que su tío Karl. Este, con sus años, no iba á figurar como simple capitán de infantería.
En tan lejana época de mi infancia, yo no conocía más chicos de mi edad que unos primos segundos. Estos chicos vivían en Madrid y venían a Lúzaro durante el verano. Cuando estaban ellos en casa de mi abuela, íbamos juntos a un caserío de la familia, donde solían darnos cuajada.
Borrén, ¿no es usted primo del contador de la Fábrica? Diga usted. ¡Hombre! es cierto. Del contador no, pero de su señora.... Es murciana, somos hijos de primos hermanos. ¡Magnífico! Dile tu nombre y tus señas, chica. Sí, hija... se hará lo posible, ¿eh?
Para tirar de la espada tienen que consultar antes a estos nuevos «primos» de la mano izquierda, cuyo auxilio les es indispensable. «No nos conviene la operación», dicen los apóstoles modernos en el misterio de su retiro bancario, donde fraguan los dramas mundiales.
Ambos amantes se juraron eterna fidelidad. «Antes morir que ser de otro», dijo ella. «Antes morir que ser de otra», respondió él. Y esta promesa se hizo repetidas veces y se solemnizó y corroboró con los juramentos más terribles. Después de esto, ¿qué remedio había sino casar cuanto antes a los primos novios?
Tal vez despertase su emulación viendo de cerca la laboriosidad de sus primos, todos con una carrera. Además, el francés creía en la influencia corruptora de París y en la pureza de costumbres de la patriarcal Alemania. Cuatro meses estuvieron allá. Desnoyers sintió al poco tiempo un deseo de huir. Cada cual con los suyos; no podría entenderse nunca con aquellas gentes.
Sentía la criminal tentación de coger algunos libros del «santo» y venderlos: de descolgar el Cristo ensangrentado y bajarlo al Rastro, para que sus primos lo comprasen. Tenía que hacer un gran esfuerzo para repeler estos pensamientos. El crucifijo sólo valía unos cuantos reales; los libros que el «santo» guardaba con tanta estima no servían, en su mayor parte, mas que de papel de envolver.
Emma era el jefe de la familia; era más, según ya se ha dicho, su tirano. Tíos, primos y sobrinos acataban sus órdenes, respetaban sus caprichos. Este dominio sobre las almas no se explicaba de modo suficiente por motivos económicos, pero sin duda estos influían bastante. Todos los Valcárcel eran pobres.
Yo no soy genealogista, pero si los predicadores dicen la verdad, todos somos primos hermanos; y cierto que no es posible portarse de un modo mas horroroso con sus propios parientes. O Panglós, exclamó Candido, esta abominacion no la habias tú adivinado: se acabó, será fuerza que abjure tu optimismo. ¿Qué es el optimismo? dixo Cacambo.
¿No es verdad que a ti no te disgusta tener una mamá?... ¿No ves cómo todos tus amigos la tienen menos tú?... Ya verás cómo la quieres... pero nunca más que a mí, ¿no es cierto?... Y cuando vayas al colegio ya podrás decir a los compañeros: Tengo una mamá, como vosotros... Y lo mismo a tus primos Enrique y Carlos... Y saldrás con ella a paseo en coche para que todos la vean.
Palabra del Dia
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