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Actualizado: 29 de octubre de 2025
Entretanto, ¿era el noble afán de purgar aquella atmósfera de ciertas impurezas lo que movía a los acusadores a descubrir tales gatuperios? No por cierto: era siempre el espíritu de partido; o mejor, el odio de partida; pues frecuentemente se promovían estos edificantes debates entre dos agrupaciones que, juntas y en amigable inteligencia, habían saboreado poco antes las dulzuras del presupuesto.
Porque, presupuesto que Luscinda no puede casarse con don Fernando, por ser mía, ni don Fernando con ella, por ser vuestro, y haberlo ella tan manifiestamente declarado, bien podemos esperar que el cielo nos restituya lo que es nuestro, pues está todavía en ser, y no se ha enajenado ni deshecho.
Es imposible se oía decir en un lado. No hay plaza vacante. Pues créela usted. No lo consiente el presupuesto. Haga usted un cesante en tal parte. Es un empleado antiquísimo e inteligente. Mi recomendado es un consecuente liberal. Tiene siete hijos. Que los mande a una casa de Caridad. En fin, le complaceremos a usted. ¿Y de que procede esa cantidad que se reclama?
Diga, señor, ¿es esto justo?... Si entro en una fonda, me ponen en la puerta apenas me conocen; en la calle todos rehuyen mi contacto, y hasta en la Audiencia me tiran el sueldo a los pies, como si yo no fuese un funcionario lo mismo que ellos, como si mi dinero no figurase en el presupuesto... ¡Todos contra mí!
Mataderos públicos. Monte-Pio. Hospicios y hospitales. Locos del Sena. Movimiento de la poblacion. Casamientos. Caja de ahorros. Caja de descuentos. Presupuesto de Paris. Consumos. Aduana. Sociedades mercantiles. Ferro-carriles. Correos. Presupuesto general. Comercio. Deuda pública. Estadística de Inglaterra. Palacio Real. Bolsa. Tullerías. Louvre. Luxemburgo. Inválidos. Panteon. Luisa.
Había en su mente, junto a la idea de su derecho al presupuesto, la idea de ciertos deberes ineludibles para con la humanidad cesante y desposeída. Por concluir nuestro panegírico con un hecho concreto de la vida del santo, diremos que una mañana D. Manuel mandó que no entrase nadie. Estaba fatigado.
No había de hacerlo ella todo. ¿Quién guiaba la casa? ¿Quién la salvaba en los apuros? ¿Quién conjuraba las cesantías? ¿Quién sorteaba las dificultades del presupuesto? ¿Quién era allí el gran arbitrista rentístico? Visitación. Pues que la dejasen divertirse, salir; no parar en casa en todo el día.
La conversación del círculo, que empezaba casi siempre con el tema de la guerra, pasaba insensiblemente al de los empleos. Leopoldo Montes, cesante eterno, Relimpio, y otros que tenían entre los dientes alguna piltrafa del presupuesto, se arrojaban con deleite famélico sobre aquel tema picante. «Usted, ¿cuánto tiene?».
En opinión de su mayordomo, tampoco el presupuesto de gastos de la marquesa cabía en el de sus ingresos, aunque los primeros estuvieran reducidos a menos de la mitad de los del tiempo de su padre, porque también habían disminuido los segundos en más de otro tanto; pero o se era o no se era una gran dama de las principalísimas de la corte, o se vivía o no se vivía a la altura de las demás congéneres; pues adelante con los gastos, que ni siquiera era de buen tono eso de apurarse por dinero una mujer de su clase y de su estampa.
¡Ah, no!... Llegará un día en que España será un país de microbios solos, y entonces la lucha por la vida adquirirá aquí caracteres horribles. Antes de esa fecha exclamó el microbio local yo me agarraré al presupuesto. Buscaré un empleíllo en algún laboratorio, como microbio de cultivo, y ¡a vivir! ¿Han leído ustedes las experiencias del doctor Voronof?
Palabra del Dia
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