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Actualizado: 7 de septiembre de 2025


Enterado muy por menor el Exmo. Señor Gobernador de las precedentes ocurrencias, y convencido de la nulidad de las ofertas de caciques subalternos, mientras los ulmenes no asistiesen á sus propuestas, procuré atraer á estos por medio de emisarios que se le remitieron por mi conducto, y solo pudo conseguirse la comparecencia de aquel del O, que yo habia tratado en el centro de su gobierno, el cual se presentó con otros caciques sus subalternos ante el Superior Gobierno, quien desde luego en la conferencia que presencié, no distó de asentir á la solicitud del establecimiento de nuevas poblaciones con bastante llaneza.

Por muchos días habían menudeado los conflictos y las discusiones entre Miguel y Ruperto, acrecentándose su odio, y la reyerta que yo presencié entre ellos en la habitación del Duque no fue más que una de tantas.

Despues del oro y los diamantes, la cosa de mas precio que habia éramos nosotras; y presencié un combate qual nunca se ve igual en nuestros climas europeos, porgue no tienen los pueblos septentrionales tan ardiente la sangre, ni es en ellos la pasion á las mugeres lo que es entre los Africanos.

Sensible es que hecho tan heroico no haya ocupado en nuestra historia más que una breve página, si bien es verdad que junto al gran suceso que hoy se conoce con el nombre de Combate de Trafalgar, estos episodios se achican, y casi desaparecen como débiles resplandores en una horrenda noche. Entonces presencié un hecho que me hizo derramar lágrimas.

La primera vez que presencié esta escena quédeme triste, herido en el alma, y tuve impulsos de agarrar una de las barras del cabrestante y ayudar á aquellas gentes. Esto las hubiese extrañado; no qué falsa vergüenza me detuvo. Pero, cada día, tomaba parte en la operación, á lo menos con mis votos. Colocábame á su lado y las contemplaba.

Estaba en París el 14 de julio y presencié la fiesta nacional. La revista militar en Longchamps fue pequeña: 15.000 hombres a lo sumo. He ahí los altos dignatarios del Estado.

No puedo olvidar aquella escena que presencié desde la puerta con otros criados, y voy a referirla. #Nota a pie de página:# Inés, confusa y ruborosa, no contestó nada, cuando el diplomático se fué derecho a ella llevando de la mano a D. Diego, y le dijo: Hija mía, aquí tienes al que te destinamos por esposo: mi sobrino, varón ilustre, a quien veremos general dentro de poco, como siga la guerra.

Y aunque es circunstancia precisa que todos los tratos que hacen los administradores los ha de autorizar con su permiso el gobernador o teniente a quienes corresponda el inmediato mando, como no siempre pueden enterarse de la calidad de lo que se compra, que lo regular es ganado vacuno o caballar, no puede saber si efectivamente es de la calidad que se le propone en la propuesta, ni sirve comisionar a otro para que presencie la entrega, porque o ha de ser de la parte interesada, o con facilidad puede ser sobornado, y los indios, que por interesados debían ser los más celosos, son los que más procuran ocultar sus mismos perjuicios, con que es preciso estar a la buena fe del administrador, sin que se encuentre medio de atajar los fraudes si él es de mala conciencia.

La multitud invadía el muelle para reconocer los heridos, esperando encontrar al padre, al hermano, al hijo o al marido. Presencié escenas de frenética alegría, mezcladas con lances dolorosos y terribles desconsuelos.

Y á pesar de su indiferencia por el dinero, se asombró al saber que se negaban á aceptar doscientos cincuenta mil francos por unas rocas socavadas por las olas y dos docenas de pinos moribundos. Yo presencié las entrevistas con los viejos.

Palabra del Dia

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