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Era necesario salir de aquella terrible duda; saber si todo era pura ilusión, o si efectivamente se encontraba cerca de la hermana de su alma. ¿A quién preguntarlo? La señora de la casa estaba lejos; no era oportuno levantarse y dirigirse a ella: además, todo el mundo se enteraría.

¿Sabe usted dónde se encuentra el convento o colegio del Corazón de María? pregunté a la buena mujer, viendo, al echar una mirada a la calle, que había tres o cuatro edificios de aspecto eclesiástico. No puedo desirle... Pero aguárdeme uté un momentito, que voy a preguntarlo. Se fue calle arriba y entró en una tienda.

Apenas hay necesidad de preguntarlo, porque en medio de ese páramo, el Sotillo viene a ser un jardincito abrigado y delicioso... Y a propósito, ¿cuándo me llevas al Sotillo? Hacía ya algún tiempo que Núñez le venía instando para que le llevase a ver la posesión de su futuro cuñado, de la cual se hacían lenguas en Madrid.

Basilio se mordió los labios, y las palabras de Simoun resonaron otra vez en sus oidos... ¿Habrán venido á prender á Makaraig? pensó, pero no se atrevió á preguntarlo. No esperó mucho tiempo; en aquel momento bajaba Makaraig hablando alegremente con el cabo, precedidos ambos de un alguacil. ¿Cómo? ¿usted tambien, Basilio? preguntó. Venía á verle...

Paseó la vista en torno, y no halló ningún amigo: entonces se decidió a preguntarlo a la señora que estaba más cerca, fuese quien fuese; volviose cuanto pudo hacia ella, se inclinó hacia su oído, mas cuando iba a articular la primera palabra quedó repentinamente sin voz, pálido y estático.

Fortunata apoyó esta idea con un signo de cabeza; mas no estaba segura de lo que significaba la palabra inmueble, ni quería tampoco preguntarlo. Ello debía de ser lo contrario de muebles. Maxi la sacó de dudas más tarde, hablando de sus olivares y viñas y de la buena cosecha que se anunciaba; por lo cual vino a entender que inmuebles es lo mismo que decir árboles.

Don Modesto se había acostumbrado por espacio de treinta años a emplear este diminutivo cuando dirigía la palabra a la hija de su antigua patrona. Me parece respondió ella arqueando las cejas que no debía usted preguntarlo. Conocerá usted que no parece bien que vivan juntas, y solas, dos personas de estado honesto. Sería dar pábulo a las malas lenguas.

Pues... allá veremos contestó éste, gastando media caja de fósforos en encender el puro al aire libre. Eso no hay que preguntarlo, don Simón observó Lépero , que de cuenta del señor corre dejar a usted satisfecho.

Romadonga se apresuró a levantarse, y con franqueza campechana le puso la mano en el hombro. ¿Cómo va ese valor, amigo D. Ángel? En realidad no necesito preguntarlo. Lleva usted la contestación en la cara. ¿Qué va usted a tomar? Muchas gracias, no tomo nada. ¡Hombre, tendría eso que ver!... ¡Mozo! Unas copitas de manzanilla... Ya sabes, de la especial... ¿Y cómo está Concha? añadió osadamente.