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Actualizado: 3 de junio de 2025
Al entrar al fin en la última calle, ya tenía el niño la mano en la llave de la portezuela, dispuesto a abrirla, asomando al mismo tiempo la carita, porque de seguro estarían esperándole en algún balcón su padre, su madre, o Lilí, o quizá los tres juntos... Ya les enseñaría él desde allí abajo los premios, y creerían que no era más que uno, y verían luego que eran cinco y dos excelencias. ¡Qué risa entonces!... Pero los balcones estaban todos cerrados, y no se veía en ellos alma viviente.
¡Oh, no!... ¡No quiero premios!... ¡No quiero vida futura!... Quiero reposar... ¡reposar eternamente!... ¡Qué dulce... es esta palabra, padre!... ¡No sentir ya nunca más los latigazos de la naturaleza ni las puñaladas de los hombres!... ¡No sentir este cuerpo miserable que tanto me ha hecho padecer! ¡No sentir los dientes de esa infame royéndome el corazón lentamente!... Escuche usted, padre... Si usted me tiene siquiera un poco de lástima... no intente quitarme esta última ilusión... Si sabe usted que hay cielo, cállelo... No turbe usted, por cuanto más haya querido en el mundo, esta paz bendita en que voy a entrar...
Pero el ya acostumbrado a ganar los primeros premios disparó su flecha; y, como si mandara lo que había de hacer, y ella tuviera entendimiento para obedecerle, así lo hizo, pues, dividiendo el aire con un rasgado y tendido silbo, llegó a la paloma y le pasó el corazón de parte a parte, quitándole a un mismo punto el vuelo y la vida.
Yo podré haberte ofrecido y presentado todas las ocasiones, todos los objetos, todos los premios a que podía aspirar tu codicia, en que podía hartarse tu sed de deleites y donde tu ambición y tu orgullo podían quedar satisfechos; mas para lo que yo no tuve fuerzas, ni aun teniéndolas las hubiera empleado, fue para violentar tu libre albedrío.
Todas estas y otras grandes y diferentes hazañas son, fueron y serán obras de la fama, que los mortales desean como premios y parte de la inmortalidad que sus famosos hechos merecen, puesto que los cristianos, católicos y andantes caballeros más habemos de atender a la gloria de los siglos venideros, que es eterna en las regiones etéreas y celestes, que a la vanidad de la fama que en este presente y acabable siglo se alcanza; la cual fama, por mucho que dure, en fin se ha de acabar con el mesmo mundo, que tiene su fin señalado.
Para que los indios se empeñasen a trabajar en lo que fuese más útil a la provincia, al real erario y a ellos, pudiera disponer la misma junta provincial que en cada uno de los pueblos se señalasen premios a los que más se aplicasen y adelantasen en las ocupaciones o ramos más útiles, a la manera que se practica en España en las reales sociedades económicas de los amigos del país, sacando estos premios de los fondos comunes, según los tuviesen los pueblos, y dando de todo parte a la junta superior para su aprobación.
Invitados por los de Requesens al reparto de premios y al almuerzo en Santa Clara, ignoran el saltito que ha dado la muñeca de su casa a la mía. ELECTRA. Tú me aconsejaste que me insubordinara. MÁXIMO. Sí tal: yo he sido el instigador de tu delito, y no me pesa. ELECTRA. Mi conciencia me dice que en esto no hay nada malo. MÁXIMO. Estás en la casa y en la compañía de un hombre de bien. Cierto.
El coche entró al fin en la casa, haciendo retemblar los cristales de la gran mampara, y se detuvo al pie de la anchurosa y alfombrada escalera... También estaba esta vacía, y sólo vio el niño al pie de ella al grave oso de Noruega, Bruin, como le llamaban en casa, abriendo su gran boca armada de dientes enormes y presentándole la bandeja, como si le invitara a depositar en ella sus premios.
Nunca voló la pluma humilde mia Por la region satirica, baxeza Que á infames premios y desgracias guia. Yo el soneto compuse que asi empieza, Por honra principal de mis escritos: Voto á Dios que me espanta esta grandeza. Yo he compuesto Romances infinitos, Y el de los zelos es aquel que estimo, Entre otros que los tengo por malditos.
Se abrieron las arcas reales para el acopio de víveres, municiones y artilleria; se ofrecieron prémios; se asignaron sueldos y gratificaciones, y se depusieron las ideas económicas que se habian adoptado, y procurado establecer hasta entonces, conociendo no era ya ocasion de pensar en ellas, y sí solo en destruir los proyectos del tirano, que daban mas cuidados de los que se tuvieron al principio de la conjuracion: y avivadas las disposiciones, con la actividad que requeria el peligro, se halló en muy poco tiempo reunido un ejército considerable, capaz de competir y superar al de los insurgentes.
Palabra del Dia
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