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Actualizado: 20 de junio de 2025


Ver el portal fue para la prójima, como para el pájaro, que ciego y disparado vuela, topar violentamente contra un muro.

Y soy un ladrón, no cabe duda, un ladrón.... , pero ladrón por amor». Esta frase interior también le satisfizo y tranquilizó un poco. «¡Ladrón por amor!». Estaba muy bien pensado. Llegó al portal de la casa del escribano. «¿Subiría?

Un día se dijo: «Ya soy remendón de portal», y se le llenó el alma de gozo, como si hubiera conseguido al fin una posición firme, largo tiempo anhelada. Trabajaba con intervalos: los ratos de trabajo, cada vez más leves, y los intervalos, cada vez más largos. En estos intervalos leía, apoyando el libro sobre la horma de hierro, y tomaba notas en el cuadernito de hule.

La vio desaparecer en el portal, y permaneció aún mucho rato en la acera dominado por el anonadamiento; abstraído en la contemplación de los últimos resplandores del crepúsculo que palidecían más allá de los tejados del Palacio real.

Había resuelto Fortunata, de acuerdo con su tía Segunda, albergarse en la casa de esta, que vivía otra vez en la Cava. Allá se encaminó desde la calle de Don Pedro, y antes de entrar en el portal de la pollería, el mismo portal y el mismo edificio donde tuvo principio la historia de sus desdichas, una vecina le dijo que Segunda estaba en el puesto de la plazuela, comiendo con unas amigas.

Eufemia, que por lo visto tenía orden también de no admirarse de nada, los alumbró hasta el portal, donde no había farol, y los vio salir de casa, Emma del brazo de Bonis, D. Juan detrás, como si todas las noches sucediera lo mismo.

El precio del traspaso ya lo iría pagando Antonio poco a poco, y ellos levantarían el vuelo inmediatamente para ir a formar un nido en una gran casa cerca del Mercado, una finca soberbia, con ancho portal, gran patio, cuadras profundas, y en el piso superior magníficas habitaciones; inmuebles que el difunto Fraile había adquirido por poco dinero, prestando usurariamente a un conde tronado.

Pocos transeuntes cruzaban á la sazón, y los que cruzaban se contentaban con dirigir una mirada á la dama, sin curarse para nada del criado. Cuando llegaron al alojamiento de Nolo, éste se adelantó unos pasos para ver si había alguien en el portal. No había nadie. Entraron.

La hueste de mendigos descansa al sol ante el portal de la casona y se tiende por la orilla del camino aldeano. Sobre la veleta del hórreo, el gallo clarinea, en el sol, dorado y soberbio. ¡De toda la vida lo recuerdo! Al son de las doce repartíase el pan y las berzas a los pobres que acudíamos a este portal. Era una caridad de fundación. Venía desde los difuntos señores que levantaron la casona.

Te traeré una cabeza de corzo para porta-bastón.... Pero, oye; mira que.... Perico estaba ya en el portal. Miranda le llamó por la ventana; pero él se volvió risueño, le dijo adiós con la mano y echó a correr hacia la estación. Y he aquí cómo de dos egoísmos venció el más osado, ya que no el más fuerte y grande.

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