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Actualizado: 20 de junio de 2025
"¡Adelante! ¡Mueran los traidores", exclamó otra voz en el portal. En el mismo instante sonó un tiro y cayó un soldado. Hizo fuego sin reparo la tropa, y una descarga nutrida envió más de veinte proyectiles sobre la muchedumbre.
Cuando a la señora Angustias se le murió su esposo, el señor Juan Gallardo, acreditado remendón establecido en un portal del barrio de la Feria, lloró con el desconsuelo propio del caso; pero al mismo tiempo, en el fondo de su ánimo latía la satisfacción del que reposa tras larga marcha, librándose de un peso abrumador. ¡Probesito de mi arma!
Baja al portal, que un pillo ha tirado una pedrada al farol, y lo ha roto. ¡Pero, don Manuel, si no son más que las dos! ¿Se quiere usted llevar ya a las niñas, y aun no hemos roto la piñata? Aquella noche estaba rejuvenecido el buen señor. Gozaba por todos los jóvenes, como los místicos gozan en una comunión general.
¡Fuera de allí! La señora deseaba salir del Clòt, donde la gente se codeaba con la mayor grosería y por dos veces había estado su velo próximo a rasgarse. Ella y Nelet, que marchaban con cuidado para librar al pavo de tropezones, entraron otra vez en el Trench, buscando los postres, la tiendecilla del turronero establecido en un portal.
Ah, vamos, es usted francés. Martín calló. ¿Dónde para usted? siguió preguntando el general. En una posada de ese paseo... ¿Del paseo de los Llanos? Creo que sí. Así se llama. ¿Hay una administración de coches en el portal? ¿No? Sí, señor. Entonces, es la misma, ¿Piensa usted estar muchos días en Estella? Hasta que me digan si hay contestación o no. ¿Cómo se llama usted? Martín Tellagorri.
Llevaba metidas entrambas piernas en una bolsa de cuero, y liadas, y mis dos muletas. Dormía en un portal de un cirujano, con un pobre de cantón, uno de los mayores bellacos que Dios crió. Estaba riquísimo, y era como nuestro retor; ganaba más que todos; tenía una potra muy grande, y atábase con un cordel el brazo por arriba, y parecía que tenía hinchada la mano y manca, y calentura, todo junto.
Es inútil repuso ésta con la presencia de espíritu que caracteriza á las niñas enamoradas en los momentos más difíciles. Mi criado debe aguardar en el portal porque tenía orden para ello... Venga usted, sin embargo, á ver... El doméstico la siguió por la escalera y adelantándose luego abrió la puerta de la calle. Verdad es... Aquí aguarda manifestó divisando la silueta de Nolo.
¡Allí están! gritó Leocadia y, dirigiéndose hacia la puerta, bajó la escalera rápidamente hasta el portal, donde abrazó a Tirso, mientras Pepe decía: Ya le tenemos aquí: vamos, vamos arriba. Doña Manuela les recibió con los brazos abiertos en el descansillo del principal; y como don José se hubiese quedado solo, con las puertas abiertas, se le oía gritar, alterada la voz: ¡Tirso, Tirso!
¡Ay Dios! ¿Quiés ver ahora mesmo dos pucheraos de leche? Verás, verás.... Y salta el rapazuelo, y en pos de él el otro, desde la pila al portal, y llegan á la cocina mirando con cautela en derredor, por si el tío Jeromo, padre del primero, anda por las inmediaciones.
Confusamente pudo columbrar unos brazos que oprimían a la dama la cintura; ella forcejeaba por desasirse. «¿Quién era?». Imposible distinguirlo; parecía alta, bien formada; lo mismo podía ser Obdulia que la Regenta. «¡Es decir, la Regenta no podía ser; no faltaba más! ¿Y el de los brazos? ¿quién era? ¿por qué no salía al balcón?». De Pas estaba seguro de no ser visto, en completa obscuridad, en un portal de enfrente.
Palabra del Dia
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