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Actualizado: 9 de junio de 2025


Aquellos dos meses de residencia con Magdalena en nuestra solitaria casa, en pleno campo, a orillas de nuestro mar, tan bello en semejante estación, fue una causa de constantes delicias, mezcladas con tormentos que me purificaban.

Cuidado, Rafael... me hace usted daño, suélteme usted. Y como si despertara en pleno peligro después de un dulce sueño, se estremeció, desasiéndose con nervioso impulso. Después comenzó a hablar con calma, repuesta ya de la embriaguez con que le habían turbado las apasionadas palabras de Rafael. No, lo que él deseaba era imposible.

Por lo cual don Juan suponiéndose puesto en ridículo ante mismo, se asustó y resolvió convencerse de que no había degenerado, y de que estaba en pleno uso de su libre albedrío.

Por entre espesos matorrales, lo conduje a la base de la pendiente escarpada, al pie de la cual reposaba el agua profunda semejante a un espejo obscuro. Allí, los árboles de anchas hojas y toda clase de plantas trepadoras formaban, al engancharse a una salida de la roca, una cuna natural, donde había sombra aun en pleno mediodía. Allí fue donde le hice entrar. ¡Mil truenos!

Y como estaban en pleno bosque, se fue sobre Ojeda, besándolo a espaldas del hermano. La rápida aparición del automóvil en las inmediaciones de la Cascatinha había producido cierta alarma en Maltrana y sus compañeros. El testigo pacificador, que tanto había rogado a Isidro para impedir el lance, sintió gran miedo y no menor contento al notar la llegada del automóvil.

Creyó necesario Moreno hacer una larga pausa, y añadió: El ingeniero Canterac y el contratista Pirovani se batirán mañana en duelo... Pero el duelo es á muerte. Don Carlos mostró sinceramente su estrañeza. ¿Pero aún están de moda esas cosas?... ¡Y aquí! ¡en pleno desierto! Moreno hizo gestos afirmativos y quedó silencioso.

Sin duda no hubiera tardado mucho en zozobrar por segunda vez, pues no es posible navegar con medios más débiles y de una manera más peligrosa que lo hacen esos seres. Mucho temen la playa, donde hay tantos objetos duros que las hieren, y en pleno mar á cada momento el viento las voltea.

Su resistencia tomó de pronto un tono de protección caballeresca. ¡Abandonar a su amigo don Jaime cuando le veía rodeado de peligros!... ¡Ir a encerrarse en aquel caserón de tristezas, entre señores con faldas negras que hablaban una lengua rara, ahora que en pleno campo, a la luz del sol o en el misterio de las noches, iban a matarse los hombres!... ¡Ocurrir tan extraordinarios sucesos y no verlos él!...

Y si en esas estrellas existen como no puede menos hombres dotados de todas las inmunidades y franquicias humanas ¡esos que meditarán! ¿Usted cree que habrá hombres en esos luceros? ¿Serán como nosotros, señor de Artegui? ¿Comerán? ¿Beberán? ¿Andarán? Lo ignoro. Una sola cosa puedo asegurarle a usted de ellos; pero esa, con pleno conocimiento y entera certeza.

Al salir de San Vicente dió principio el verdadero viaje: nos engolfamos en pleno Océano, solos, en medio del poderoso Atlántico, sin mas testigos que Dios, sin otro horizonte que un círculo siempre el mismo, cerrado por todas partes por la inmensidad.

Palabra del Dia

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