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Eso es imposible, Stein; lo repito, ¡es imposible! exclamó el duque, levantándose en un estado de agitación que crecía por momentos . Nada puede haber en el mundo que os obligue a abandonar vuestra mujer, a separaros de vuestros amigos, a desertar de vuestro empleo y a dejar plantada vuestra clientela, como podría hacerlo un tarambana. ¿Tenéis ambición? ¿Os han prometido mayores ventajas en América?

Su rostro, su ademán, decían claramente: «Ahora vuelven estas cobardonas a dejarme aquí plantada». En efecto, el nombrar tropa bastó para que tomasen el portante algunas de las más animosas barricaderas. ¡Pero qué fue cuando, en el punto más lejano del horizonte, se vio aparecer una nube de polvo, y cuando se oyó como el trote de muchos caballos reunidos! Amparo anima a sus huestes.

Aquel, arrojado en tierra, aplica la oreja al polvo para oír hablar a los antípodas, y su cara de idiota, plantada en el suelo, es como un amarillo melón que se ríe. Un tercero canta en voz alta, mostrando un papel o estado sinóptico de los ejércitos europeos, con división de armas y los respectivos soberanos o jefes, todo lo cual debe ser puesto en música.

Bettina estaba allí, plantada ante él, con la caja de cigarros en las dos manos, y los ojos fijos con toda franqueza en el rostro de Juan; gozando del placer muy real y muy vivo que puede traducirse por estas palabras: Me parece que estoy mirando a un buen muchacho. Ahora sentémonos aquí dijo madama Scott, ante esta preciosa noche... tomad vuestro café... fumad. Y no hablemos, Zuzie, no hablemos.

Como Juanita decía que «cabeza loca no quiere toca», casi siempre iba a la fuente sin pañuelo en la cabeza, luciendo así el primor y la pulcritud de su peinado y dejando ver lo bien plantada que estaba la cabeza sobre su airoso cuello, sólo sombreado por algunos ricillos menudos que se sustraían a la cautividad en que tenía el moño los más largos cabellos.

Aquella palabra, Ormessón, pareció despertar en ella una serie de recuerdos debilitados ya; siguió atentamente con la vista la dilatada avenida plantada de olmos, todos torcidos hacia el mismo lado por los vientos de la parte del mar, y sobre la cuál se cruzaban muy distantes aún, carromatos que rodaban, los unos acercándose a Villanueva y alejándose los otros.

Aquel día cazaba yo en los alrededores del pueblo en donde él habita. Había llegado el día anterior y no tenía en la localidad más conocimientos que el doctor *, avecindado allí tan sólo desde pocos años antes. En el punto de salir nosotros del poblado otro cazador apareció sobre una pendiente plantada de viña que limita el horizonte de Villanueva por levante.

Quizá esto fue motivo de que la turbada forastera, después de dudar un momento, dejase al lado de la puerta, plantada en el polvo, su llamativa sombrilla abierta, y se sentara en el extremo opuesto de un banco inconmensurable. Su voz, al comenzar, era ronca. Me han dicho que se va usted mañana a la bahía, y no podía dejarla marchar sin venir a darle las gracias por su bondad para con mi Tomasito.