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Sofía, echa a andar, si te molesta ver una operación quirúrgica. Mientras Sofía daba algunos pasos para poner su precioso sistema nervioso a cubierto de toda alteración, Teodoro Golfín sacó su estuche, del estuche unas pinzas, y en un santiamén extrajo la espina. ¡Bien por la mujer valiente! dijo, observando la serenidad de la Nela . Ahora vendemos el pie. Con su pañuelo vendó el pie herido.

El gran cirujano hizo sus tres trazos y el enfermo dejó de cantar. Se le va el pulso observó un ayudante. Otro ayudante cogió con unas pinzas la lengua del pobre hombre, y se puso a tirar de ella desesperadamente, pero todo fue inútil. Al poco rato el enfermo había muerto. ¡Qué lástima! exclamó uno.

Allí se ostentan en traje de batalla, bajo aquel temible arsenal ofensivo y defensivo, que llevan con tanta ligereza, sólidas pinzas, lanzas aceradas, mandíbulas capaces de partir el hierro, corazas erizadas de dardos, que basta que os abracen para causaros mil heridas. Es de agradecer á la Naturaleza que los ha creado de ese tamaño, pues á ser más grandes, ¿quién hubiera podido luchar con ellos?

Su marido, hábil artista aún, carecía completamente de carácter para hacer una fortuna. Por lo cual, mientras el joyero trabajaba doblado sobre sus pinzas, ella, de codos, sostenía sobre su marido una lenta y pesada mirada, para arrancarse luego bruscamente y seguir con la vista tras los vidrios al transeunte de posición que podía haber sido su marido.

Yo no lo que pensarían en casa del viejo Marmitón del desconcierto que debió de notarse entre las palabras que salían de mi boca y las ideas que me retozaban en el cerebro, ni si le notaron siquiera; pero es un hecho que a medida que andaba hacia la casona, formando serios propósitos de ir aclarando la duda poco a poco, extrayendo del fondo de la cristalina fuente las pedrezuelas misteriosas con las pinzas de mi experiencia y el tacto de mi nativa serenidad para esas cosas, me maravillaba del desarrollo que había alcanzado aquel arrechucho mío, y de lo cercano que me había puesto de cometer una ligereza impropia, no ya de un hombre maduro, sino de un colegial inexperto.

El menaje profesional de Belarmino se reducía a los más indispensables utensilios de zapatería, de los cuales don Restituto le había hecho graciosa donación: unas pinzas, un rebote de correderas, una gubia, un desborrador americano, un rodillo de picar, un sacabocados, varias leznas y un torno de montar con horma de hierro.

Los crustáceos habían de sacar de su coraza, que empezaba á rajarse, el múltiple mecanismo de sus miembros y sus apéndices: las patas, las antenas, las gruesas pinzas, operación lenta y peligrosa, en la que muchos parecían rasgados por su propio esfuerzo. Luego, desnudos é inermes, habían de esperar á que se formase una nueva piel que á su vez se convirtiese en armadura.

Cuando el animal pincha, muerde ó destroza, hácelo con todo su ser, que aun al extremo de su arma conserva completa energía vital. Simplificación maravillosa. Esa cabeza une los ojos, los palpos, las pinzas y las mandíbulas.

Lo raro del asunto es que a la luz del sol el señorito fue siempre un león, como todos sabemos... lo que es en la guerra daba gozo verle.... ¡bendito Dios! lo mismo se metía entre las balas que si fuesen confites.... Nunca usó armas, sino una cartera colgada donde había yo no cuántas cosas: bisturíes, lancetas, pinzas, vendas, tafetán.... Además tenía los bolsillos atestados de hilas y trapos y algodón en rama.... Dígole a usted, señorita, que si se ganasen los grados por no tener asco a los pepinillos liberales, nadie los ganaría mejor que Don Ignacio.... Una vez cayó una bomba, así, a dos pasos de él... se la quedó mirando, esperando sin duda a que reventase, y si no lo coge de un brazo el sargento Urrea, que estaba allí cerquita.... Ni en las cargas a la bayoneta se retiraba.