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Actualizado: 28 de junio de 2025


Déjala... Yo te acompañaré adonde quieras. No faltaría más...; ¡ir sola, de noche, por esas calles! En Madrid hay mucho atrevido. Te lo digo con franqueza, porque yo no soy ningún anacoreta. A los pícaros españoles nos gustan tanto las hembras bonitas... No, hija, no. No puedes andar sola de noche. Estás cada día más guapa, y por dondequiera que vas llamas la atención.

Lo que convenía era la condenación de Antoñuelo para escarmiento de otros pícaros y para seguridad y descanso de las personas pacíficas y honradas. Don Andrés había censurado siempre la compasión malsana que los criminales suelen inspirar en nuestro país y había apludido la impaciente severidad con que los yanquis linchan sin escrúpulo a quien la justicia anda reacia en dar el merecido castigo.

Los mosquitos y moscones, las arañas, los cínifes y bichos de todo linaje no dejan un instante de atormentarle a uno con su zumbido cuando no con sus pinchazos. Excuso decir que me refiero a la nube de poetastros de todos sexos, edades y condiciones que, para escarmiento de pícaros, existe en la capital.

Aunque más agitada, no dejaba de ser dulce y sabrosa la que llevaba el capellán D. Lesmes. Rasurado con primor, más bien delgado que grueso, de tez sonrosada, nariz aguileña, ojos pequeños y vivos y no poco pícaros, de cuarenta años de edad. No tenía más órdenes que la prima tonsura impuesta para que pudiese disfrutar las pingües rentas de una capellanía de familia.

Todo era cosa de los pícaros nervios, esos diablillos que se divierten en molestar a las señoras distinguidas, cuando no les ayudan en sus disimulos. Lo positivo en la desazón de la de Bringas era su tristeza, temores de todo y por la menor causa, inapetencia, principalmente una manera especial y novísima de considerar a su marido.

Después de repetidas instancias por mi parte, me confesó que el dios alado se le había presentado hacía tres años en forma de aspirante a telégrafos. ¡Tres años! Sería usted una criaturita. No, hijo, que tenía ya cerca de quince años... Era guapo, buen mozo, y tenía unos ojos muy pícaros... Venía mucho por casa, porque era amigo de Eduardito.

Fue a parar a donde van todos los pícaros gordos que huyen de la justicia de su patria: a los Estados Unidos; y allí murió dos años después, de un torozón que le evitó ser linchado, y cuando comenzaba a recoger el fruto de una empresa que había fundado en compañía de otros dos estafadores a la alta escuela. ¿De manera que también Nica Montálvez está viuda? También viuda y también muy guapa.

Daré otra vuelta y cerraré los ojos; los apretaré aunque me duelan... ¿Por qué no puedo estar quieta un ratito largo? ¿Qué es esto que salta dentro de ? ¡Ah!, son los nervios, los pícaros nervios, que cuando el corazón toca, ellos se sacan a bailar unos a otros. ¡Qué suplicio! Me muero de insomnio... Un baile en aquellos salones.

Para adularme y adular a mi padre, dicen hombres y mujeres que soy un real mozo, muy salado, que tengo mucho ángel, que mis ojos son muy pícaros, y otras sandeces que me afligen, disgustan y avergüenzan, a pesar de que no soy tímido y conozco las miserias y locuras de esta vida, para no escandalizarme ni asustarme de nada.

Señores oficiales, se conoce que hay chispa añadió el alcalde ordinario don Tomás Muñoz, y que era, en cuanto a sutileza, capaz de sentir el galope del caballo de copas . Pero no en vano empuño yo una vara que hacer caer mañosamente sobre esos pícaros que traen al vecindario con el credo en la boca. Donde se comprueba que a la larga el toro fina en el matadero y el ladrón en la horca

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