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Actualizado: 28 de mayo de 2025


El cocinero se detuvo; temió que los misterios de su familia entrasen en la cocina y bajo el dominio de oficiales, galopines y pícaros; la gente más maleante del mundo. Mi mujer tiene las entrañas muy blandas dijo tragando la saliva más amarga que la hiel ; mi mujer se deja engañar de cualquiera... pero en fin, ello está hecho; mi mujer... pues... mi mujer es mi mujer.

Desde que llegué hube de encontrar muchos amigos, y comenzó el preguntar y el responder, de esta manera: ¿Qué dice hoy <i>El Diario Mercantil</i>? Llama ladrones a todos los amigos de las reformas, y dice que llegará día en que el obispo de Orense ponga un grillete al pie a los pícaros que le encausaron por no querer jurar.

En más de una ocasión las autoridades eclesiásticas y civiles tuvieron que intervenir en tales procesiones de penitencia, á las que hubo pícaros que acudían con fines no muy santos, aprovechándose de lo encubierto de los rostros, la mezcla de sexos, y las obscuridades de las noches.

Mas en los grupos se nota cierto movimiento, cierta espectacion, é Isagani se interrumpe y palidece. Un coche se ha detenido junto á la puerta: la pareja de caballos blancos es bien conocida. Es el coche de la Paulita Gomez y ella ha saltado ya en tierra, ligera como un ave, sin dar tiempo á que los pícaros le vieran el pié.

"Hijos mios, les decia, yo como cura y vicario vuestro, y en nombre de todo este vecindario, os doy las debidas gracias por la fidelidad con que habeis venido á defendernos, matando á estos chapetones pícaros, que nos querian quitar la vida á traicion á todos los criollos: una y mil veces os agradecemos, y os suplicamos os retireis á vuestras casas, pues ya como lo habeis visto, quedan muertos, y por si hubieseis incurrido en alguna excomunion ó censura, haced todos un acto de contricion, para recibir la absolucion."

En aquel Madrid estaba el señorito, el hijo de los amos, con el cual había jugado muchas veces siendo niña, y de cuya presencia huyó avergonzada el verano anterior, cuando hecho un arrogante mozo visitó el huerto. ¡Pícaros recuerdos!

Veíasele tratar indistintamente con altos y bajos, con pobres y ricos, con pícaros y honrados; pero nunca con necios, de los cuales, como todos los hombres de ingenio, era enemigo. Tenía además el carácter quisquilloso, y altivo y atraviliario, y era la cosa más fácil del mundo hacerle poner mano a la espada y meterle en un empeño de monta y honra.

Esa es la sociedad; una reunión de víctimas y de verdugos. ¡Dichoso aquel que no es verdugo y víctima a un tiempo! ¡pícaros, necios, inocentes! ¡Más dichoso aún, si hay excepciones, el que puede ser excepción!

Aquella tarde sólo estábamos dos en el faro: un compañero llamado Tchéco y yo... Los demás estaban en tierra, enfermos, con licencia, no recuerdo bien... Habíamos concluido de comer, muy tranquilos... De repente mi camarada deja de comer, me mira un momento con unos ojos pícaros, y ¡cataplum! se cae encima de la mesa, con los brazos adelante.

Por fin de fines, los pícaros impuestos subsistieron y, entre gruñido y refunfuños, hubo de pagarlos todo aquel que, teniendo ley a su pescuezo, no ambicionara ponerlo en relaciones íntimas con el verdugo.

Palabra del Dia

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