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Actualizado: 19 de julio de 2025
La juventud masculina, lo mismo que la femenina, tratan de calmar a la enfurecida Carmelita. El capitán y el alférez echan sobre sí toda la culpa. Es en vano. La cólera no se apaga hasta que no se descarga de palabras bien ofensivas y pesadas.
Los dos criados encontraban cada vez más pesadas sus cestas, y seguían con dificultad a la señora al través del gentío compacto e inquieto que se agitaba a la entrada del Mercado Nuevo, cuyos pórticos, en plena tarde de sol, tenían la lobreguez y humedad de una boca de cueva. Allí era donde resultaba más insufrible el monótono zumbido del Mercado.
Algunas veces sucede que son vanos todos sus esfuerzos para conducir los pinos á la serrería que los ha de cortar; el agua falta en el arroyo, y contra todo el ingenio y la fuerza de los trabajadores, no pueden conseguir que floten las pesadas masas que se detienen en todas partes, sobre los bancos de arena, sobre las piedras del fondo y sobre las puntas de las rocas.
Detrás de esta máquina, clavados en pie sobre una tabla, y asidos á pesadas borlas, iban dos grandes levitones que, en unión de dos enormes sombreros, servían para patentizar la presencia de dos graves lacayos, figuras simbólicas de la etiqueta, sin alma, sin movimientos y sin vida.
Y con los puños cerrados marchó contra el alemán. Este le puso el revólver ante los ojos, sonriendo fríamente. Iba á disparar... Pero en el mismo instante Desnoyers cayó al suelo, derribado por los que acababan de subir. Recibió varios golpes; las pesadas botas de los invasores le martillearon con su taconeo.
El dolor fecundaba su espíritu; multitud de intuiciones germinaban en su mente, como seres irónicos que hubiesen permanecido ocultos bajo una capa de ideas pesadas y groseras. Adriana le parecía una enemiga y él su antagonista, que luchaba con los ojos ciegos, a discreción de aquella alma tal vez maligna bajo la irradiación de su hechizo.
Las más bajas, negras y pesadas parecían la vetusta cúpula de una ruinosa catedral que amenazase desplomarse.
Cuando la luz se hizo, resultó la realidad de una manera terrible, dura e incontestable, pero, sin embargo, fue tan asombrosa y extraña, que la fe en ella vaciló y la duda pareció ocupar su lugar. Transcurrieron varias semanas tristes y pesadas antes que me sintiese suficientemente mejorado para salir, y al fin, acompañado por Reginaldo, hice mi primer paseo en coche.
Sin embargo, como unos tres minutos después, me pareció oír un vago murmullo de voces, y entonces, apagando rápidamente la luz, corrí una de las pesadas cortinas de mi habitación, y miré hacia afuera, viendo, con gran sorpresa, dos figuras que cruzaban el prado dirigiéndose hacia el bosque de arbustos.
La noble faz de Ramoncito se descompuso al escuchar estas pesadas palabras. Todo su cuerpo se estremeció de furor. No se sabe qué acto bárbaro e insano hubiera realizado a no sujetarle Castro por la manga del frac, diciéndole: Déjala, hombre. ¿No ves que tiene ya mucho alcohol en la cabeza? Castro tenía del otro lado a la Nati.
Palabra del Dia
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