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Quisiera saber si existe un solo hombre que no se haya tratado de imbécil, descubriendo un hecho, que aunque muy visible, no llegaba a ver. ¡Ah! es muy fácil llamarse perspicaz, como también es fácil parecerlo, cuando se nos ponen los puntos sobre las íes.

No es éste, á pesar de lo dicho, el único objeto del elemento cómico del drama español. El gracioso y la graciosa, con su ingenio perspicaz y analítico, mueven, además, ciertos resortes secretos, que sirven de complemento á la acción principal; con sus pensamientos y baja condición ofrecen un contraste, que realza sobremanera la elevación y nobleza de los personajes más importantes.

Aquí tenemos a Dawson en persona. ¡Dawson! tartamudeó el hombre contra quien me había prevenido el monje. Hagámosle entrar. Pero, ¡por Job! debemos tener cuidado de lo que digamos, porque, si todo lo que se dice de él es cierto, debe ser extraordinariamente perspicaz. Déjamele a le dije. Y luego añadí, volviéndome a Glave: Haga pasar adelante a ese caballero.

Pero Calderón, con su inteligencia perspicaz y analítica, comprendió cuáles eran las ventajas insuperables de sus predecesores y sus defectos evidentes; comprendió también que la mayor perfección y el más fino pulimento del arte dramático, podría alcanzarse en virtud de ciertas causas muy favorables, pero que hasta él ningún otro poeta había vislumbrado estos principios artísticos é importantes, sino que, al contrario, las facultades poéticas más extraordinarias y las concepciones más ingeniosas, habían padecido no escaso detrimento por la falta de cuidado y por la precipitación de los mismos poetas.

Se notaba más despierto, más perspicaz para comprender, más curioso de los secretos de la ciencia, y le interesaba ya lo que antes le aburriera. En sus meditaciones, solía decir que le había entrado talento, como si dijese que le había entrado calentura. Indudablemente no era ya el mismo. En media hora se aprendía una lección que antes le llevaba dos horas y al fin no la sabía.

, , un asunto de que en mal hora se ha encargado interrumpió la señora Princetot. Más perspicaz que el Príncipe su esposo, ella había ya sospechado que Delaberge venía sin duda por esta misma cuestión de deslindes y temió que su marido hablase demasiado. ¿Qué sabes de estas cosas? replicó Princetot guiñando con gesto de misterio sus ojos.

Habíale dotado la naturaleza, no sólo de aquella perfecta armonía de todas las facultades del alma, germen del arte, que es la flor más bella del espíritu humano; no sólo poseía todas las dotes, que son tan necesarias al eminente poeta lírico y épico como al dramático, espíritu flexible y vigoroso, facilidad de penetrar profundamente en la naturaleza y la vida humana, sensibilidad ardiente y variada, elevación de la fantasía y de la inteligencia, sino que le adornaban además en supremo grado todas las prendas que caracterizan á los grandes dramáticos, como el conocimiento más profundo de los hombres y de sus inclinaciones, el sentido más perspicaz para comprender las pasiones, sus causas y efectos, juntamente con inagotable imaginación é inventiva, delicada reflexión y el tranquilo y penetrante golpe de vista necesario para trazar y desarrollar un plan dramático.

Lo que hay, en nuestra opinión, es un admirable conjunto de enrevesados conceptos y de sentenciosas agudezas, donde son de admirar la riqueza y primor de nuestro idioma, y la maestría y el talento del escritor que de él se vale, pero donde no acertamos a ver sino apotegmas de moral práctica, casi siempre tomados de antiguos escritores, y alguna vez de la observación perspicaz del mismo Gracián, que era, por cierto, un verdadero hombre de mundo.

La perspicaz, la sabia y experimentada señora de Jáuregui dijo más de una vez a su sobrino: «¡Qué trabajadora es tu mujer! Siempre que vengo aquí me la encuentro planchando o lavando. Francamente, no creí... Te ayudará, te ayudará. Y luego tan calladita... Hay días que no le oigo el metal de voz».

Era la suya una inteligencia perspicaz, minuciosa, penetrante; pero le faltaba grandeza e iniciativa en los negocios, aunque otra cosa pensasen los que le veían acometer empresas de excepcional importancia. El pensamiento primordial, la que pudiéramos llamar idea madre de un negocio, casi nunca nacía en su cerebro; le venía de afuera.