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Actualizado: 20 de junio de 2025
Mientras el niño dormía y no se le permitía verle, y Emma, ya menos nerviosa, pero más fatigada, con un poco de calentura, volvía a su antiguo despego y lo echaba de su presencia en no necesitándole, Bonifacio se recogía a la soledad de su alcoba, y en idea contemplaba al hijo. ¡Sí, hijo, sí! se decía con el rostro hundido en la almohada . Hijo tenía que ser. Me lo decía la voz de Dios. Hijo.
¡Silencio! mandó la maestra, cuya severa disciplina no permitía que se hablase en las horas de clase. Se restableció el silencio. Cinco minutos después, se oyó una voz muy aguda, y no poco insolente, que decía: No me gustan las rosas lunarias. Nadie te lo pregunta dijo señá Rosa, creyendo que esta intempestiva declaración había sido provocada por la de Marisalada.
Detrás de mi sillón se hallaba el coronel Sarto, y al otro extremo de la mesa vi a Federico de Tarlein, quien, por cierto, apuró su primera copa de champaña algo antes de lo que en rigor se lo permitía la etiqueta. No pude menos de preguntarme qué estaría haciendo en aquel momento el rey de Ruritania. Nos hallábamos en el gabinete del Rey, Federico de Tarlein, Sarto y yo.
No; él estaba convencido de que Nepomuceno estaba seco y bien seco; sería que la mecha era más larga que él había pensado; el fuego iba dando rodeos, pero el estallido vendría, ¡no podía faltar! Aun así, daba gracias a Dios por aquel plazo, que le permitía entregarse a su gran pasión sin complicaciones económicas, que todo lo hubieran aguado.
En todo caso, no permitía que se quedara solo, ni siquiera por un segundo, en el cuarto de la muerta. Tenía la puerta cuidadosamente cerrada: no toleraría decía ella para explicar su conducta, que los objetos dejados por Olga, considerados por ella como reliquias sagradas, fueran profanados por manos y miradas extrañas.
Aquellos cuatro amigos, ligados por el seis doble, hubieran vendido la ciencia, la justicia y las obras públicas por salvar a cualquiera de la partida. En el salón de baile, donde no se permitía jugar ni tomar café, se paseaban los señores de la Audiencia y otros personajes, v. gr., el marqués de Vegallana, los días de mucha agua, cuando él no podía dar sus paseos.
Envolvíase el legitimista en la dignidad de sus tradiciones, de su fidelidad y de sus anhelos y trataba de revolucionario al imperialista; mientras que éste, en su foro interno, trataba de imbécil al legitimista. Pero como la urbanidad no le permitía emitir su opinión gritaba para resarcirse como un desesperado.
Así, cortado el tronco, se secan las ramas del árbol, un tiempo verdes, abandonadas sobre la tierra. ¡Pero los libros de don Manuel no! esos no se tocaban: nada más que a sacudirlos, en la piececita que les destinó en la casa pobrísima que tomó luego, permitía la señora que entrasen una vez al mes.
Este sistema de la cuerda floja retrasaba el triunfo, pero le permitía a él presentarse a los ojos de Ana más simpático, hablando el lenguaje de aquella vaguedad romántica que ella creía religiosidad sincera, y no pasaba de ser una idolatría disimulada, según don Fermín. No, él no se dejaba seducir por panteísmos, aunque fuesen tan bien parecidos como el de su amiga.
Con gran sorpresa vio que aquel doble movimiento la hizo abrir, y se encontró frente a un fuego vivo que iluminaba todos los rincones de la choza el lecho, el telar, las tres sillas y la mesa , y le permitía ver que Silas no estaba allí. Nada podía ser más atrayente para Dunstan en aquel momento que el fuego brillante sobre el fogón de ladrillos. Entró inmediatamente y se sentó.
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