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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Así permanecieron unos minutos, mudas las bocas, embebecidos los espíritus y quietas las manos de ambos, especialmente las de ella, cual si bastase para su doble delicia aquel dulce calor que los cuerpos se comunicaban. Después sonaron de labio a labio palabras dichas en voz baja, y, por fin, mutuamente sorbidas las almas y atraídas las bocas, se besaron.

Porque las dos, aunque su mamá, por no entristecerlas, las ocultaba el estado de la casa, tenían pleno conocimiento de los apuros de la familia y estaban seguras de la imposibilidad de reemplazar el viejo pero brioso caballo por otro que valiese tanto como él. Después de comer, la madre y las hijas sentáronse en el salón, y allí permanecieron más de una hora, silenciosas, hurañas y malhumoradas.

Los jinetes permanecieron largo tiempo inmóviles, como si celebrasen consejo, bajo las miradas ansiosas del público, que esperaba algo extraordinario. El primero que salió fue el marqués, acompañado de uno de sus amigos.

En suma, para qué cansarte: las angustias y los apuros de las señoras de Pinto fueron inefables e innumerables durante cerca de dos meses que permanecieron sus parientes en la capital de Francia. Por dicha se marearon estos de oír tanto ruido como hay en estas calles de París, de estropear la lengua de Voltaire y de que nadie les hiciera caso sino los que les sacaban el dinero.

Ambos permanecieron silenciosos: ella inmóvil, sin valor para rechazarle; él en la misma postura, sintiendo en la frente el dulce calor del pecho de su amada. Al cabo de unos cuantos minutos dijo Cristeta: Vamos, no te apures... mírame cara a cara. ¿Sirve esta pobre mujer para convencerte de que no lo has perdido todo?

Aún salía mucha más gente del templo, y nuestros dos aventureros permanecieron parados para verla salir. Ya de los últimos, apareció un pequeño grupo que montó a caballo a la puerta del templo y que pasó muy cerca de Miguel de Zuheros, excitando su curiosidad.

Esta posesión, exaltando su alma, lo hacía capaz de acometer las más grandes obras humanas. Largo tiempo, de pie en la terraza, permanecieron entrelazados... El horizonte infinito se extendía ante ellos.

Feli, al contemplar a Isidro, mostraba también en sus ojos cierta extrañeza, como si le encontrase cambiado. Había transcurrido muy poco tiempo, y sin embargo, creían verse después de larguísima ausencia. Permanecieron silenciosos mucho rato, mirándose, pero sin atreverse a despegar los labios. Al fin, habló ella, por el impulso maternal. ¿Y su hijo?... Maltrana fingiose enterado.

Germana no estaba más tranquila que él. Presentía que su vida iba a decidirse en una hora y que su médico no era ya el señor Le Bris, sino el señor de Villanera. No obstante, los dos jóvenes, conmovidos hasta el fondo del alma por una emoción violenta, permanecieron algunos instantes sentados el uno al lado del otro en el más profundo silencio.

Los mismos que aprobaban sus planes, permanecieron silenciosos, como si les repugnase incluir al revolucionario en la pródiga distribución de tiros. Era un loco que imponía admiración, un santo que no creía en Dios; y aquellos señores de la tierra sentían por él un respeto igual al del moro ante el santón demente que le maldice y le amenaza con su palo.

Palabra del Dia

bagani

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