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Actualizado: 10 de junio de 2025


Ya antes que Marcela le hubiese dirigido la terrible interrogación, terrible en su candor mismo, que el adocenado aprendiz apresuróse a llevar a su cuñado, había aquél entrevisto, con esa malignidad y esa penetración del odio, los lazos que unían al marqués con Beatriz, pero comprendió que se perdería a mismo si después de sus cuestiones con el pintor no presentaba a éste en la ocasión primera la prueba irrefutable del delito.

Yo no: cualquier indiscreción en estas circunstancias, me perdería, me pondría en ridículo: ya me voy haciendo vieja. Miguel protestó; no pasaba por la vejez: se atrevió a decir, aunque mirando al paisaje por la ventanilla, que no había en Madrid niña que pudiera competir con ella en hermosura y elegancia.

Con esto perdería la tranquilidad que tanto me gusta. Si ahora hablan contra ¡figúrese lo que sería entonces!... No: yo deseo permanecer quieta. Que me muerdan cuanto quieran pero que sea sin motivo; por pura envidia. Ya ve usted el caso que hago. Y mirando hacía el punto donde estaba la ciudad oculta tras las filas de naranjos, reía desdeñosamente.

Como D. Fadrique era persona de mucho seso y sentido común, aunque se hallaba en época de reformas, sistemas y ensueños de toda clase, no pensó en condenar la herencia. Sin el grandísimo deleite de dejar ricos á nuestros hijos, se perdería el mayor estímulo para el trabajo, para el buen orden, para la aplicación y para aguzar y ejercitar el ingenio.

Basta, tengo bastante; lo agradezco muchísimo; aprovecharé algo, si señor; ¡vaya si aprovecharé! Pepe casi no le oía. ¿Se perdería su astucia? ¿No aparecería Paz por allí?

He penetrado en todos los templos de las diferentes comuniones protestantes que hay en Suiza, he asistido á sus ceremonias, he presenciado sus solemnidades, y en todos los templos y por todas partes, solo he encontrado un terrible indiferentismo, peor que la falta de creencias: un pueblo indiferente en religion podria concluir por serlo en política y en moral, y ese pueblo se perderia.

Y el Magistral estaba seguro de que al menor descuido de la carne, intrusa, temible, la Regenta saltaría hacia atrás, se indignaría y él perdería el prestigio casi sobrenatural de que estaba rodeado. Además, suponiendo que aquello parase en un amor sacrílego y adúltero, miserablemente sacrílego, por haber tenido tales comienzos, ¡adiós encanto! Ya sabía él lo que era esto.

En cuanto se viese colocada en la jerarquía á que era merecedora, no temiendo ya ser herida en su orgullo, perdería aquel humor melancólico é irascible que desde algún tiempo la venía dominando. Y en cuanto se ofreció una ocasión para hablar de ello, se lo propuso abiertamente en términos halagüeños y con alegre semblante. Contra lo que esperaba, el de Soledad no se dilató al oir la noticia.

Entonces se le ocurrió la idea de hacer añicos aquel aparato de destrucción que amenazaba su fortuna. Pero no tardó en comprender que le pondrían a la puerta y que no sólo perdería su pensión, sino también su sueldo. Resignose, pues, a ser un buen criado. Por desgracia, sus camaradas hacían ya comentarios sobre el régimen vegetariano a que se había sometido.

La filosofía, ó mejor, el hombre, no puede contentarse con apariencias, ha menester la realidad; quien se convenciere de que no tiene mas que apariencia, ó dudase de si tiene algo mas, perderia la misma certeza; esta admite la apariencia, con la condicion de que le sea desconocida.

Palabra del Dia

rigoleto

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