Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 14 de julio de 2025
El verdadero escritor, el escritor de buena fe y de buen deseo, es tambien un ministro de la moral, un sacerdote de la religion. Mi querido lector, perdóname. Imploro tu indulgencia por mis predicaciones, y vuelvo á predicar cuando quiero excusarme de haber predicado. Hago lo que aquel que se arrepentia de arrepentirse de haberse arrepentido.
Por fin la desgraciada levantó la frente y en un impulso desesperado se arrojó á los pies del que había perdido: ¡Oh! Jacobo, perdóname; te lo suplico. ¡He sido infame! Pero bien ves que ha sido él quien lo ha hecho todo.
Te la mandé ayer con el mozo que fué, a llamarte.... Tiene usted razón. Me levanté y fui en busca de la carta. La tenía yo en el bolsillo de la blusa. «Rodolfo: «Perdóname si esta carta te llena de amargura. Bien sé que me amas, y comprendo que mis palabras van a lastimarte el corazón; pero algún día, cuando seas feliz, porque hoy no lo eres, me agradecerás lo que ahora ha de causarte tanta pena.
Nada hay en las de Grevillois que huela a aventuras, y como Luciana es la belleza misma, seré con ella el más feliz de los hombres. Perdóname que no te haya contado desde el principio todos los detalles, pero me lo impedía mi promesa de discreción absoluta. Con un hermano, sin embargo, se puede hacer una excepción, y no quiero que imagines alguna aventura dudosa emprendida a la ligera.
El viejo de este último período, es el ministro de la revelacion y de la calma; la conciencia que se toca y se oye á sí misma: es el ángel de la esperanza que se despide del ángel de la vida, aunque la esperanza es vida tambien. Perdóname, lector, estas fastidiosas digresiones.
Puesto que disentimos en ese punto, no hablemos más de ello; olvida mis palabras, y hazte cuenta que no te he dicho nada. » ¿Te has enojado, Amaury? repuso con viveza Magdalena. Perdóname si te he puesto de mal humor. ¿No sabes acaso que el amor filial es muy diferente del que se tiene al marido?
Entendido añadió levantándose de la silla en que se sentaba , y no se hable una palabra más. ¡Ah, qué torpe y qué simple y qué bárbaro fui empeñándome en que se me pusiera en las palmas de las manos lo que no debe ser mirado sino con los ojos de allá dentro!... ¡Qué sabes tú de esas cosas tan quebradizas, tan escondidas y tan hondas, ni con qué vergüenza te atreves a echarles la zarpada brutal para revolverlas y profanarlas?... Perdóname, hija mía, siquiera por la honrada intención que tuve al ponerte en el apuro en que te puse.
Perdóname... ¿Por qué no has salido luego que se fue ese cura?... ¿Pensabas que iba a arrojarte?... No, preciosa mía... no... Te quiero, te adoro... Al mismo tiempo, alargando las manos, tropezó con una de su esposa, la cogió y la llevó a sus labios con entusiasmo. La dama la retiró prontamente. D. Álvaro quedó sobrecogido.
Hay que tratarle como a los chiquillos». «Pero mujer, te marchas y me dejas así... ¡qué alma tienes! gritó el Delfín cuando vio entrar a su esposa . Vaya una manera de cuidarle a uno. Nada... Lo mismo que a un perro». Hijo de mi alma, si te dejé con Plácido y tu mamá... Perdóname, ya estoy aquí.
Palabra del Dia
Otros Mirando