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Actualizado: 19 de junio de 2025


Jacobo dijo á sus compañeros: Ahora es preciso que yo las explicaciones necesarias para estudiar el problema y resolverle. Para empezar, fijaré el estado de mis relaciones con Lea Peralli. Hacía cerca de dos años que vivía con ella, como sabéis. Yo estuve al principio muy enamorado y ella, por su parte, parecía amarme tiernamente.

Me duele en el alma hablar así, pero me obliga á ello el convencimiento. No creo, no puedo creer en la inocencia de ese desgraciado, á menos de ser un insensato. Es imposible dudar que mató á su querida, la encantadora Lea Peralli. ¿Para robarla? añadió irónicamente Tragomer.

Los comentarios de Cristián sobre la pretendida infalibilidad de los jueces habían enfriado su entusiasmo. Encontraba que el interés del relato había languidecido y con todo el rigor de un crítico que reclama un corte en el diálogo, dijo: Nos estamos extraviando, Tragomer: volvamos á Lea Peralli. Me ha dicho usted que la encontró.

Freneuse reconoció que había empeñado los brillantes entregados voluntariamente por su querida, pero niega la venta de las papeletas y pretende haberlas entregado á Lea Peralli con un pagaré de cien mil francos, que según él, hubiera recogido su familia, lo que hacía desaparecer su deuda con aquella muchacha.

No; y precisamente por eso se alejó de mi hijo, pues no quiso contraer deudas para asociarse á sus gastos... ¡Ese fué el principio del desastre! Perdóneme usted si insisto, pero es de toda necesidad. ¿Cuando Jacobo conoció á esa desgraciada mujer que le condujo á la locura... á esa Lea Peralli, estaba todavía Sorege en buena amistad con él? Seguramente.

Todas mis combinaciones caían por tierra ante aquella afirmación de que la cantante era conocida en san Francisco hacía tres años y con el nombre que llevaba actualmente, ¿Cómo podía haber sido Lea Peralli en París y Jenny Hawkins en América, al mismo tiempo? Lea había pasado un año entero ante , hacía dos solamente, en aquel cuarto de la calle Marbeuf donde una mañana se la encontró muerta.

Iba á casarme con ella cuando ocurrió la catástrofe... Parece que estoy viendo á la madre de Jacobo cuando llegó á mi casa una mañana, medio loca de dolor y de espanto, se dejó caer en un sofá, pues no podía tenerse en pie, y me dijo sollozando: acaban de prender á Jacobo... en casa... hace un momento... ¿Se acababa de descubrir la muerte de Lea Peralli?

Entonces, ¿por qué matarla, pues que ella misma le había dado todo cuanto tenía? Las papeletas valían, lo menos veinte mil francos... Jacobo debía una suma igual á la caja del círculo. La deuda fué pagada en el momento preciso, las papeletas fueron presentadas el mismo día y las alhajas desempeñadas... Lea Peralli vivía aún en ese momento; murió aquella misma noche... ¡Ah!

En este mismo momento Tragomer adquirió la certidumbre de que Jenny Hawkins no era Juana Baud y de que en esto estaba el nudo de la intriga. Era preciso descubrir debajo de Juana Baud á Lea Peralli. Porque la máscara con que la cubría Sorege era doble á no dudar. El conde había levantado la de Jenny y mostrado á Juana; no había nada más que esperar.

Estaba notoriamente arruinado, acribillado de deudas, y había pagado el día anterior sesenta mil francos á la caja del círculo, del que le iban á expulsar. Y, coincidencia extraña, las alhajas de Lea Peralli, conocidas por su gran valor, habían desaparecido. Se hicieron pesquisas y se adquirió la prueba de que habían sido empeñadas en el Monte de Piedad en cien mil francos.

Palabra del Dia

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