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Actualizado: 19 de junio de 2025


Lo mismo da que Juana haya muerto de un tiro que estrangulada; no cambia más que el género de muerte y esto es poca cosa. Lo importante es despistar á los listos de la policía. ¿Y cómo no lograrlo? Se encuentra una mujer muerta en su casa, vestida con sus ropas; ¿quién va á dudar que es ella y por qué echarse á buscar por otro lado? Lea Peralli se queda muerta y Juana Baud corre por el mundo.

He aquí resuelto el problema. ¿Quién dice que esto es difícil? Se puso á reir en silencio viendo mi estupor. Había seguido su razonamiento y comprendía su formidable habilidad. Pero exclamé: ¿Y si yo me escapo y Lea Peralli aparece muerta quién había cometido el crimen? ¡Bah! dijo Sorege en tono burlón. Es usted muy curiosa. ¿Quién ha de haber cometido el crimen? La persona á quien aproveche.

Porque se le conocen tres: el que usted nos dijo al introducirla aquí, Jenny Hawkins, la cantante de Covent-Garden; Juana Baud, la fugitiva que usted hizo venir á Inglaterra hace dos años; y Lea Peralli, la miserable con la cual maquinó usted el complot contra Jacobo de Freneuse. Esto es muy claro, señor de Sorege; ahora se trata de responder sin más ambigüedades.

, se acababa de encontrar en el cuarto de Lea una mujer muerta de un tiro de revólver y con la cara enteramente desfigurada por la herida... ¡Una mujer! repitió Marenval, muy extrañado de la forma de la frase y del tono en que Tragomer la había dicho. ¿Acaso duda usted que la muerta fuese Lea Peralli? Lo dudo.

Tragomer recordaba que lo único que se podía reconocer en la cara destruída de la muerta era una boca que dibujaba con sus blancos dientes una sonrisa siniestra. Juana Baud tenía la misma boca que Lea Peralli. ¿Quiere usted, dijo Tragomer, confiarme esta fotografía? Me haría usted un buen servicio. Me comprometo á devolvérsela á usted antes de dos días.

La identidad de la víctima debía ser establecida por su presencia en casa de Lea. ¿Quién si no Lea podía ser asesinada en la calle de Marbeuf? ¿Quién podía llevar sus vestidos, su ropa interior, sus alhajas? ¡Oh! las precauciones para engañar todas las miradas fueron adoptadas admirablemente... La mujer fué desfigurada por las balas del revólver, pero ¿quién había de dudar que era Lea Peralli?

Lea no respondió. ¡Sin duda te han asegurado la impunidad! ¿Pero cómo es eso posible? Lea Peralli viva supone Juana Baud enterrada. Y si es Lea quien la mató, no fué Jacobo de Freneuse. ¿De qué modo, por qué prodigio se establecerá la inocencia del uno y se salvará al mismo tiempo á la otra? Lea respondió con acento dolorido: ¿Y quién permite á usted creer que yo quiero salvarme?

Lo ignoraba todo en mi suerte; mi infortunio era para un enigma indescifrable. Por muy grandes que hubiesen sido mis faltas no bastaban para justificar el exceso de mi miseria. ¡Establecer responsabilidades! ¿Cómo hacerlo en la oscuridad de mi espíritu? Lea Peralli muerta; ¿por qué? ¿Cómo y á manos de quién?

Formaba con Lea una pareja encantadora, pues tenían la misma estatura, las mismas líneas suntuosas y el mismo vigor. Solamente, Lea era tan rubia como Juana morena. Creo que el efecto extraordinario que ambas producían contribuyó por mucho á su mutua afición, pues estaban orgullosas de ese efecto y trataban de producirle. Una pregunta todavía, dijo Tragomer. ¿Lea Peralli no se teñía el cabello?

Fuera ya de la presencia de aquella mujer, recobré la facultad de analizar, de discutir y de comprender. Si no hubiera oído pronunciar mi nombre por aquella voz masculina que salía del cuarto tocador, acaso hubiese renunciado á establecer entre Lea Peralli y la cantante una relación que se hacía más vaga á medida que yo precisaba mis observaciones.

Palabra del Dia

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