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Actualizado: 2 de junio de 2025
Así, pues, todo está bien. Nada de discusiones ni pleitos. Por esta vez no utilizaré los retazos de conocimientos variados que he sacado de los manuales de Derecho. El testamento ha sido leído por el notario en presencia de Elena, como ayer velada y encapuchada con su gran sombrero y tan menuda y pequeñita con sus ropas de viuda, que inspiraba profunda piedad.
A cien kilómetros trasciende su olor a soldados. Y todos tienen una manera singular de estrecharnos entre sus brazos. Debe ser una costumbre nacional. Cuando yo era aún muy pequeñita, un soldado estuvo en mi casa y me dijo... CLEOPATRA. Señoras, no tenemos tiempo de entregarnos a los recuerdos. Yo sólo quería decir que aquel soldado...
De la hermana María de la Luz, de la pequeñita. ¡Ah! Sí, sí... es muy bonita. Debí suponer que a un patrón de huéspedes le placería más la corrección fría y repulsiva de ésta que la gracia singular de la otra hermana. Porque mi rencor hacia ella no llegaba hasta negarle lo que en conciencia no podía, la gracia.
Al ver una de aquellas rubias cabecitas cuidadosamente peinadas, formando bucles; al distinguir entre los blanquísimos pliegues de la batista una pequeñita Virgen de los Dolores; al apreciar aquellas ligeras falditas, tan minuciosamente inspeccionadas, sin faltarles ni una cinta, ni un pliegue, ni el más ligero detalle, no he podido menos de exclamar. Esa niña tiene madre.
Hubo de acontecer, cuando la niña era aún muy pequeñita, que el padre se vio obligado a ir a la gran ciudad, capital del Imperio. Como era tan lejos, ni la madre ni la niña podían acompañarle, y él se fue solo, despidiéndose de ellas y prometiendo traerles, a la vuelta, muy lindos regalos.
Otra pequeñita, que arranca de ella, la pone en comunicación con la quinta. No hay en ésta, como ya sabemos, ningún parque a la inglesa o a la francesa, ni jardincitos, ni cascadas, ni grutas artificiales. Es una finca mitad de recreo, mitad de labor.
¿Lo ves? exclamó ella fingiendo enojo, antes de ir, ya comienzas a faltar... Yo creí que las manos no entraban en el juramento. ¡Entra todo! dijo ella con severidad en la voz y la sonrisa en los ojos. A los dos minutos el joven la siguió. Halló la puerta del cuarto entornada, y entró. La habitación de Venturita, era como su dueña, pequeñita y linda, amueblada con lujo.
Sorprendió a Rufita González en enaguas y en pernetas, huyendo por el pasillo al conocer la voz de los que llamaban, después que su madre les había abierto la puerta. Tuvieron que esperarla un buen rato en la sala, que era pequeñita, como toda la casa desde el portal, y vieja, por supuesto, con puertas acuarteronadas, cerraduras y pestillos enormes, y vidrios muy chiquitines, donde los había.
Sin embargo, hay algo que me encanta y admira. Este arroyuelo es pobre é intermitente, pero su acción geológica no es menos grande; es tanto más poderosa relativamente cuanto más insignificante es el agua que por él corre. Una pequeñita corriente ha cavado el enorme foso, ha abierto esas profundas hendiduras á través de la arcilla y la dura roca, ha esculpido las gradas de sus pequeñas cascadas, y por los hundimientos de tierra ha formado esos amplios círculos en sus orillas.
Quiero a la tía Liette tanto como si fuera mi madre. Y bien se ve que ella le quiere a usted como a un hijo. Son ustedes los dos muy felices. Yo también me quedé huérfana muy pequeñita, pero no he tenido segunda madre. Mi tío es excelente y me quiere mucho, pero es un hombre.
Palabra del Dia
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