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Actualizado: 7 de julio de 2025
Pepay, no por ser industrial deja de ser india; así que su actividad á lo mejor se convierte en pereza, y sus ahorros, planes y cálculos se pierden en la inercia, en una apuesta de un gallo ó un entrés contra una sota. Pepay difiere poco de Angué; es preciso fijarse mucho para distinguir la india que compone la aristocracia del dinero, á la que caracteriza la del trabajo.
A los portales de la calle de San Fernando vamos á llevar á nuestros lectores. En una de las tiendas, mejor dicho cajones, está nuestro tipo. Pepay, sentada en el pequeño mostrador, observa á los transeúntes al par que con una mano acaricia un fardo de diversas y pintarrajeadas telas, y con la otra perezosamente da vueltas á un pequeño listón de narra que le sirve de medida.
Juanito Pelaez que tambien era amigo de la bailarina se ofrecía á arreglar el asunto, pero Isagani sacudió la cabeza y dijo que era bastante haberse servido del P. Irene y que sería demasiado valerse de la Pepay en asunto semejante. ¡Veamos el otro medio! El otro es acudir á su abogado consultor, al señor Pasta, el oráculo ante quien se inclina don Custodio.
La Pepay había escrito aquella misma tarde una carta al célebre ponente esperando una contestacion y dándole una cita en el teatro. Por esta razon don Custodio, apesar de la ruda oposicion que había desplegado contra la opereta francesa, se iba al teatro, lo cual le valió finas pullas de parte de don Manuel, su antiguo adversario en las sesiones del Ayuntamiento.
¡Vengo para juzgar la opereta! había replicado con el tono de un Caton satisfecho de su conciencia. Makaraig pues, cambaba miradas de inteligencia con la Pepay, quien le daba á entender que algo tenía que decirle; y como la bailarina tenía cara alegre, todos auguraban que el éxito estaba asegurado.
Con una mediana usura, un cuaderno de cuenta y una regular disposición, en poco tiempo puede hacerse de un peso tres, multiplicación que acabó de comprender Pepay en las complicadas listas de una vecina, cabecilla de mesa de la fábrica de tabacos de Fortín, personaje que, Dios mediante, encontraremos más adelante.
Esta Pepay era una rozagante moza que pasaba por ser muy amiga de don Custodio: á ella acudían los contratistas, los empleados y los intrigantes cuando algo querían conseguir del célebre concejal.
Pero mientras bosteza, tose, fuma y piensa en las piruetas y en las piernas de Pepay, vamos á decir algo sobre este elevado personaje para que se comprenda la razon por qué el P. Sibyla le propuso para terminar tan espinoso asunto y por qué le aceptaron los del otro partido. Por lo demás, mal ninguno resultaba de ello y la previa censura no se inquietaba.
¡Se las está echando de Monte-Cristo! observó una que se preciaba de literata. ¡O de proveedor de la Real Casa! añadió su adorador, celoso ya de Simoun. En el palco de nuestros estudiantes se habían quedado Pecson, Sandoval é Isagani. Tadeo se había ido para distraer á don Custodio dándole conversacion y hablándole de sus proyectos favoritos mientras Makaraig se entrevistaba con la Pepay.
Olvidóse por un momento de sus apuros y de las piruetas de Pepay, para considerar ¡que todo lo que se contenía en aquellas gradas había salido de su fecunda cabeza en momentos de inspiracion! ¡Cuántas ideas originales, cuántos pensamientos sublimes, cuantos medios salvadores de la miseria filipina! ¡La inmortalidad y la gratitud del país las tenía él seguras!
Palabra del Dia
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