United States or Anguilla ? Vote for the TOP Country of the Week !


Todos los días se organizaban nuevos paseos a caballo, en bicicleta, en automóvil o en coche. Por la noche se bailaba en el Casino o en alguna villa. Huberto no dejaba a María Teresa y acentuaba cada vez más su preferencia. El mes de septiembre estaba ya muy adelantado, y nadie pensaba en partir de Etretat. Todos sentían alejarse después de aquella estación que había corrido tan alegremente.

Denque empezó a fijarse en esa señora... o lo que sea, que yo le conocí a Juan lo que pensaba. El día que le brindó un toro y vino él con aquella sortija de brillantes, yo adiviné lo que había entre los dos, y me dieron ganas de coger el anillo y patearlo... Luego lo he sabio too, ¡too! Siempre hay gentes que se encargan de yevar soplos, porque esto hace mal a las personas.

Hágale usted saber, decía doña Victorina furiosa, que me valdré de la Guardia Civil; vivo ó muerto quiero saber donde está... ¡Porque tener que esperar diez años para poderse una casar! Isagani la miró espantado; doña Victorina pensaba en casarse. ¿Quién sería el infeliz? ¿Qué le parece á usted Juanito Pelaez? preguntó ella de repente. ¿Juanito?...

Allá en la primavera cuando la sangre circula con más fuerza por las venas y la madre Naturaleza con el verdor de los campos, los vívidos colores de las flores, los juegos de la luz, el aire tibio embalsamado, y sobre todo, por medio de sus intérpretes más fieles, los pájaros, nos incita para que en modo alguno consintamos que la especie humana se extinga, Gonzalo pensaba en el matrimonio.

La Iglesia, los curas, bien; todo estaba bien; ella no era aficionada a las novenas; pero todo ello estaba en el orden, como el haber reyes, y contribución, y Guardia civil. Sobre todo, no se pensaba en nada de eso, no se hablaba de ello, ¿para qué? «Yo no soy beata». Y era atea perfecta, porque vivía en perpetuo pensamiento de lo relativo.

¡El sobrino del cocinero mayor! ¡el señor estudiante! ¡el señor capitán! ¡el embustero! ¡el mal nacido! ¿Pero qué granizada es esa, amiga mía? Debéis saberlo vos. Vos, que habéis formado la tormenta. ¡Pero yo me tengo la culpa! ¡Yo no debí recibiros! ¡yo debí conoceros! el que se atrevió á enamorarme en el convento cuando yo pensaba ser monja...

Por su parte Lázaro empezó a ver en la duquesa, si no una mirada pronta a esquivar la suya, al menos un oído que su dulce severidad parecía contrariar en algo, notando que la gran dama, más hipócrita por artificio que por naturaleza, aunque pensaba con licencia, gustaba de aparentar recato.

Giraud vaciló un instante; pero había prometido decir lo que pensaba y cumplió su palabra: Con el respeto debido, señor, diré á usted que ese es un canalla. ¿En qué se funda usted para tratarle tan duramente? preguntó Marenval, algo extrañado por aquella vehemencia. En nada, señor. Nunca le he visto cometer una acción reprensible ni decir cosa mala; pero eso no impide que le tenga por un canalla.

Casi llegó a olvidar a los enemigos que le rodeaban. Pensaba con inquietud en Margalida. Sintió el escalofrío del enamorado cuando adivina la proximidad de la mujer adorada y duda de su suerte, temiendo y deseando al mismo tiempo su aparición.

Hace cosa de tres o cuatro años tuve la infame curiosidad de ir al Campo de Guardias a presenciar la ejecución de dos reos. El afán de verlo todo y vivirlo todo, como dicen los krausistas, me arrastró hacia aquel sitio, venciendo una repugnancia que parecía invencible, y los serios escrúpulos de la conciencia. Por aquel tiempo pensaba dedicarme a la novela realista. Eran las siete de la mañana.