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Actualizado: 15 de julio de 2025


Ferragut recordó las flotas á vela de otros siglos, escoltadas por navíos de línea, siguiendo su rumbo á través de incesantes batallas; los remotos viajes de los galeones de las Indias, saliendo de Sevilla para llegar en rebaño á las costas del Nuevo Mundo. La doble fila de cascos negros con penachos de humo avanzaba mansamente en las jornadas de bonanza.

Los siglos han pasado por encima de sus flotantes penachos, y estos al balancearse murmuran todavía las leyendas de la época oriental. ¡Extraña ciudad para el que observa en su primer viaje las condiciones de la arquitectura y la estrategia morisca!

En verano, los días que no apretaba el dolor y las piernas estaban fuertes, bajaban a la playa, y el capitán, enardecido a la vista del mar, desahogaba sus dos odios. Odiaba a Inglaterra por haber oído silbar más de una vez las balas de sus cañones. Odiaba la navegación a vapor como un sacrilegio marítimo. Aquellos penachos de humo que pasaban por el horizonte eran los funerales de la marina.

Un día, al dar un largo paseo por la silvestre sierra, topó en el corazón del bosque con Melisa, sentada sobre un derribado pino, como sobre un tronco fantástico formado por los colgantes penachos de siniestras ramas, con la falda llena de hierbas y de piñas, y canturreando para una de las negras melodías que en aquel preciso momento había recordado.

Los árboles que orlaban las riberas del Jarama balanceaban sus negros penachos sobre el fondo azul de la noche. El trote de los caballos y sus cascabeles rompían el silencio de la campiña dormida. La luna esparcía sobre ella su luz suave donde flotaban algunos jirones de niebla. García roncaba. Llegaron a Arganda después de las tres.

No se oían más ruidos que el rápido rozar del viento contra los penachos de los maizales, y a ratos sonar estridente de cornetas lejanas. Como a un cuarto de legua detrás del pueblo se erguía Monte-Dalarza, impracticable a la derecha por una serie de ásperos peñascales y cortado a la izquierda por un tajo, con honores de sima, que lo separaba del resto de la sierra.

El millonario durmió mal esta segunda noche en su cama aparatosa de columnas y penachos que había pertenecido á Enrique IV, según declaración de los vendedores. Ya no era continuo el tránsito de tropas.

A la puerta esperaba una magnífica carroza abierta, tirada por cuatro caballos blancos. Pedro había demostrado su gusto poniéndoles grandes penachos azules y adornándose él mismo con una librea de idéntico color. En aquel día todo debía ser azul, como emblema de pureza y virginidad. Hasta el cielo, por mayor gala, se había vestido de azul y se mostraba límpido y hermoso.

De los mayas de Oaxaca es la ciudad célebre de Palenque, con su palacio de muros fuertes cubiertos de piedras talladas, que figuran hombres de cabeza de pico con la boca muy hacia afuera, vestidos de trajes de gran ornamento, y la cabeza con penachos de plumas. Es grandiosa la entrada del palacio, con las catorce puertas, y aquellos gigantes de piedra que hay entre una puerta y otra.

Al rayar el alba, aunque hacía viento muy frío que helaba, por ser aquí este mes el corazón del invierno, se fueron todos á bañar al río; y para hacer más alegre la fiesta, adornaron sus cabezas con hermosos penachos afeitándose el rostro con colores muy feos, imaginando crecían en belleza y hermosura, cuando parecían otros tantos diablos.

Palabra del Dia

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