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Actualizado: 19 de julio de 2025


Se le miraba como hermano de don Víctor. «De todas maneras, él estaría alerta». Y seguía velando por los árboles de don Víctor y por su honor «tal vez en peligro». Petra tampoco veía claro. Estaba desorientada.

Que he de contagiarme de estos miasmas, no tiene duda, y apelo á la reciente escena: evitemos la ocasión del peligro, cuyo solo recuerdo me estremece. Y no quiero decir que estos aldeanos sean de peor condición que los de otros países, no señor: tus convecinos son, tal vez, mejores que todos los demás campesinos de la península, por más de un motivo; pero al fin son aldeanos, y basta.

No le preocupaba el peligro de una inundación. Era la suerte de las obras incompletas, y no la seguridad de las personas, lo que le hacía vivir en perpetua angustia.

La audaz empresa de Colón y la venida de los españoles habían retardado este florecimiento y aun puesto en peligro de que se secara o se destruyera la planta en que había de darse.

¡Oh! tía Liette, tía Liette... Y rompió a sollozar... Aquel era el peligro previsto y temido; la hija del comandante encontró toda su energía para hacerle frente. Vamos a ver, hija mía, ¿qué hay? preguntó con su dulce firmeza. ¡Va a batirse! La joven, tímida, no se atrevía a pronunciar su nombre; pero no había necesidad. ¡Oh! los presentimientos de las madres...

El ingeniero se contuvo cuando iba á contestar. Presintió que tal vez corría el peligro de crearse un enemigo implacable, y dijo evasivamente: Lo he conocido en su aspecto. La sabia quedó reflexionando para comprender el verdadero sentido de tal respuesta. ¡Ah, si! dijo al fin con cierta sequedad . Lo ha conocido usted, sin duda, en mis abundancias corporales.

Olvidando la más elemental prudencia, todos habían desembarcado, abandonando el junco, con peligro de que el viento o las corrientes lo arrojaran contra la costa, y se entregaron a una desenfrenada orgía.

Permanecían inmóviles, flácidos, torpes, bajo la caricia pálida de los rayos solares, rezumando grasa por sus poros. Muchos parecían dormir. Algunos más jóvenes, como si presintiesen un peligro al aproximarse al buque se arrastraban sobre sus cortas nadaderas, arrojándose al agua con el estrepitoso chapoteo de un odre inflado.

Aconteciole al señor Ginés de Sepúlveda, cuando las suaves manos de doña Guiomar asieron las suyas y sus ojos se fijaron espantados en sus ojos, que creyó que de él se apoderaba el diablo; espantose muy mucho más que doña Guiomar, y aturdiose; y sin saber cómo, no encontrando otra cosa de que ampararse, amparose del mismo peligro que le espantaba; es decir, que se abrazó a doña Guiomar, y de tal manera, que no parecía sino náufrago que, llevado por las furiosas olas, con una tabla se encuentra y a ella se agarra.

Avisose a la familia del colegial, y vestido este de seglar abandonó la casa, aunque ningún peligro había ya de que saliera en traje eclesiástico. Despidiose chuscamente hasta las kalendas carolinas, a lo que contestó el héroe con disparates latini-parlantes, que también se le alcanzaba algo de macarronismo.

Palabra del Dia

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