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Actualizado: 9 de junio de 2025
Contiene, además de la novela, una advertencia preliminar del arcediano D. José María Navarro, maestro y amigo que fue del malogrado traductor, un breve discurso de D. Marcelino Menéndez y Pelayo y como apéndice la alegoría mística Hay Benyocdan de Avicena, porque según dicen los arabistas, el nombre de Hay Benyocdan equivale al Viviente hijo del Vigilante, y viene a significar al hombre que piensa en las cosas divinas.
El destino, en medio del deleite y de la gloria de ellos, los lleva a trágica muerte, pero en esta misma muerte trágica hay poco de tétrico y de sombrío, sino que hay algo de triunfo. Allí se ve el más alto extremo de lo que el Sr. Menéndez y Pelayo en otro reciente escrito suyo, sobre la Propaladia de Torres Naharro, llama la triunfante alegría del renacimiento español.
En la noche de aquel memorable día, y cuando la jaqueca se le calmó, pudo enterarse Maxi de que su hermano había ido a la calle de Pelayo, y de que sus impresiones «no habían sido malas» según declaración del propio cura.
Teníase a gran dicha ser introducido en aquella casa; y por cierto, no había cosa más fácil, porque la dueña era tan amable y tan accesible que recibía a todo el mundo con la misma sonrisa y la misma cordialidad. En lo demás, español como Pelayo y bizarro como el Cid. El general, su hermana la marquesa de Guadalcanal, madre de la condesa, y otras personas estaban jugando al tresillo.
Sancho amenaza a don Tello contándole que ha derribado el álamo más fuerte y orgulloso de la alameda: símbolo que recuerda aquel de que se sirve el abad de San Ponce de Tomeras para abrir los ojos al rey don Ramiro el Monje, el de la campana de Huesca. Sobre esta leyenda, véase Menéndez y Pelayo, Ob. de Lope, VIII, XLV y sigs.
SANCHO. Pues ya su nombre Supiste y su nobleza, no presumo Que tan honesto amor la tuya asombre, Por Elvira me abraso y me consumo. PELAYO. Hay hombre que el ganado trai tan fraco, Que parece tasajo puesto al humo; Yo, cuando al campo los cochinos saco... NU
Corta ha sido su alabanza. ¡Dichosa aquella esperanza Que espera tal posesión! FELIC. Dad licencia que se siente Sancho. D. TELL. Sentaos. SANCHO. No, señor. D. TELL. Sentaos. SANCHO. Yo tanto favor, Y mi señora presente. FELIC. Junto a la novia os sentad; No hay quien el puesto os empida. D. TELL. No esperé ver en mi vida Tan peregrina beldad. PELAYO. Y yo, ¿adónde he de sentarme?
«Pues sí; desde este suceso, la pobrecita, con los pocos cuartos que pudo salvar y la escasa ropa..., en fin, tomó un cuarto en la calle de Pelayo, número 93, piso cuarto, puerta número 6, y allí ha estado un mes retirada del mundo sin tratarse con nadie más que conmigo..., pero honradamente, Sr. D. Augusto, honradamente. Yo le juro a usted por lo más sagrado...».
D. TELL. ¡Estraño caso! Dice que es ido a León. D. TELL. ¿A León? CELIO. Y que Pelayo Le acompañaba. D. TELL. ¿A qué efeto? CELIO. A hablar al Rey. D. TELL. ¿En qué caso? El no es de Elvira marido: Yo ¿por qué le hago agravio? Cuando se quejara Nuño, Estuviera disculpado; Pero ¡Sancho!
Ejemplares especiales, á 6, 7-1/2, 10, 25, 30 y 250 id. POESÍAS de D. Andrés Bello, con prólogo de D. M. A. Caro, Director de la Academia Colombiana, y retrato del Autor. OBRAS de D. P. A. de Alarcón. Diez y seis tomos, 63 pesetas. ODAS, EPÍSTOLAS Y TRAGEDIAS, por D. M. Menéndez y Pelayo. Un tomo con retrato del Autor y prólogo de D. Juan Valera, 4 pesetas. Ejemplares especiales.
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