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Actualizado: 29 de julio de 2025
Aquí cabe el refrán: más mató la cena que curó Avicena. Rendido Leuro al soporífero influjo, la joven lo ató con fuertes ligaduras a las columnas de su lecho, sacó un puñal, y esperó impasible durante una hora a que empezara a desvanecerse el poder narcótico. A las doce mojó su pañuelo en vinagre, lo pasó por la frente del narcotizado, y entonces principió la horrible tragedia.
Ansiosos de difundir por el mundo esta ciencia arábigo-judaica, ya en la primera mitad del siglo XII, el arzobispo toledano D. Raimundo y sus amigos y clientes hicieron traducir, tradujeron y dieron á conocer á Francia y á otras naciones cristianas las obras y doctrinas de Al-kendi, Alfarabi, Avicena, Avicebrón y otros autores.
Contiene, además de la novela, una advertencia preliminar del arcediano D. José María Navarro, maestro y amigo que fue del malogrado traductor, un breve discurso de D. Marcelino Menéndez y Pelayo y como apéndice la alegoría mística Hay Benyocdan de Avicena, porque según dicen los arabistas, el nombre de Hay Benyocdan equivale al Viviente hijo del Vigilante, y viene a significar al hombre que piensa en las cosas divinas.
Palabra del Dia
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