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Actualizado: 18 de junio de 2025
Y el helenismo del pobre muchacho consistía en fumar por primera vez, beber copas de marrasquino, único licor que toleraba su paladar de calavera griego, enviar cartitas de amor en versos clásicos a las costureras o a las hijas de ciertas señoras de clases pasivas que pasaban la velada en el Café de Peláez o en el de la Universidad, y en desaparecer por media hora en algún portal de los callejones inmediatos, llevándose tras él a la infeliz que paseaba la acera haciendo su guardia.
Y el dichoso joven apareció radiante de alegría, seguido de dos descamisados chinos que llevaban en enormes bandejas fuentes que esparcían apetitoso olor. Alegres esclamaciones los saludaron. Faltaba Juanito Pelaez, mas habiendo pasado ya la hora, sentáronse á la mesa alegremente. Juanito siempre iba á ser informal. Si en su lugar hubiésemos invitado á Basilio, dijo Tadeo, nos divertiríamos más.
Y si usted duda de mi palabra, ahí tiene usted en ese estante a Giraldi «Expositio juris Pontificii que en el tomo II, parte 1.º, trata la cuestión con gran copia de datos...». El señor Peláez estaba acostumbrado al estilo del Provisor, que nunca era más erudito que al echar la zarpa sobre una víctima.
Y por eso sus ojos tienen cercos tan profundos y su boca esa mueca de melancolía: porque los días huyen, huyen... ¡y Rodolfo no llega nunca! Perfil de tragicomedia MI querido cofrade D. Amaranto Peláez es un virtuoso covachuelista, muy digno de una hornacina en el martirologio moderno.
En uno vió á Juanito Pelaez al lado de una mujer, vestida de blanco con un velo transparente: en ella reconoció á Paulita Gómez. ¡La Paulita! exclamó sorprendido. Y viendo que en efecto era ella, en traje de novia, con Juanito Pelaez, como si viniesen de la iglesia, ¡Pobre Isagani! murmuró ¿qué se habrá hecho de él?
Con un gracioso movimiento del cuerpo y un pase de la mano se arregla los pliegues de la saya, y con una mirada rápida y como descuidada ha visto á Isagani, ha saludado y ha sonreido. Doña Victorina baja á su vez, mira al través de sus quevedos, vé á Juanito Pelaez, sonrie y le saluda afablemente.
El pobre joven no salía de apuros: dudaba si incluir el kamagon entre los metales, el marmol entre los cristales y el azabache dejarlo como neutro, hasta que su vecino Juanito Pelaez le apuntó disimuladamente: ¡El espejo de kamagon entre los espejos de madera!... El incauto lo repite y media clase se desternilla de risa. ¡Buen kamagon estás tú! le dice el catedrático riendo á su pesar.
Riéronse ambos, el casamiento de Pelaez con doña Victorina les puso locos de contento y lo vieron ya como realizado; pero Isagani se acordó de que don Tiburcio vivía y confió á su amada el secreto, despues de hacerla prometer que no lo diría á nadie. Paulita prometió pero con la reserva mental de contárselo á su amiga.
El catedrático entonces, moviendo la cabeza de arriba abajo, abrió lentamente la lista y con toda pausa la fué recorriendo mientras repetía el nombre en voz baja. Palencia... Palomo... Panganiban... Pedraza... Pelado... Pelaez... Penitente, ¡ajá! Plácido Penitente, quince faltas voluntarias de asistencia... Plácido se irguió; ¿Quince faltas, Padre?
El tejedor de Segovia es una de las composiciones dramáticas más ricas y llenas de vida que se han puesto en escena. El fundamento de esta comedia parece ser una tradición, relativa á las familias de los Vargas y de Peláez ; pero la forma particular que le ha dado Alarcón, es original, sin duda alguna, y de tal naturaleza, que sólo podía prosperar en manos de un poeta de primer orden.
Palabra del Dia
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