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Al visitar el palacio de los príncipes había encontrado en los antiguos fosos de la fortaleza, que son como invernáculos naturales, el mismo calor húmedo y pegajoso de las selvas del Ecuador, con palmeras brasileñas que ascendían á muchos metros en busca de la luz.

No sabemos cuánto tiempo hubiera estado nuestro buen ingenio preso por los pies en el lodo pegajoso, y maldiciendo de su suerte, y del amor, y de las mujeres, y de los hijos bastardos y del mundo entero, y si acaso hubiera perecido, á no ser por un incidente imprevisto para él.

...Delante de , sentado a esta mesa con pegajoso mantel de hule, en el diminuto comedor de paredes rebozadas con cal azul, hay un señor silencioso y grave. Yo lo observo.

Después pegó á ella su otra mano, y, apoyándose en este sostén, fué elevando todo su cuerpo. Tan grande resultaba la violencia del esfuerzo, que la madera crujió, esparciendo un sonido de rotura á través del ambiente líquido y pegajoso. Poco á poco sacó la cabeza fuera del agua y vió que había cerrado la noche.

¡Agáchense! ordenó nuestro guía, y vimos el débil bulto de su luz iluminando nuestro camino a lo largo de una senda estrecha y tortuosa, que se extendía hasta el mismo corazón del enorme peñasco. Por ciertos puntos cruzábamos entre lodazales de barro y moho pegajoso, mientras el aire allí detenido despedía un olor desagradable, sucio y malsano.

Su mujer se reía de la facilidad que tenía para llorar. La música era su pasión más viva. Para él no había placer comparable a escuchar en una delantera del paraíso del teatro Real con su hija Carlota, aficionada también a la música, la Sonámbula o la Norma, o cualquier otra ópera del género dulzón y pegajoso.

Ricardito les dijo que el jurisconsulto me había despedido por abuso de confianza; «no lo aseguraba... así lo decían... algo habría de cierto; el dinero es pegajoso; no es difícil que al contarlo se le pasen a uno dos o tres monedas falsas, o, lo que es más fácil todavía, que le falten a uno cinco o... más duros». Pero Ricardo repetía que era yo persona honradísima, incapaz de faltar a la confianza que depositaran en ; éramos condiscípulos, amigos, y él me defendería contra viento y marea.

En un instante el contador desprendió las bolsitas de cera, y alejándose un buen trecho para escapar al pegajoso contacto de las abejas, se sentó en un raigón. De las doce bolas, siete contenían polen. Pero las restantes estaban llenas de miel, una miel oscura, de sombría transparencia, que Benincasa paladeó golosamente. Sabía distintamente a algo. ¿A qué? El contador no pudo precisarlo.

Llámase mona á una gran bolsa ó protuberancia que sale á algunos maíces en el tallo, y que después de seca se convierte en un depósito de polvo negro y pegajoso; bolsa que suelen guardar cuidadosamente los aldeanos al coger el maíz, para untar con ella en la deshoja la cara del más cercano, cuando más descuidado esté. Prodújose la alarma de costumbre; pero la mona no pareció por ninguna parte.

La postrera de todas trae las miradas impregnadas de amor, la boca prometedora de besos, pero al mismo tiempo sus labios murmuran una palabra: «Imposible». Es Cristeta. Don Juan, reconociéndola, suplica, implora, ruega, grita, procura detenerla, y nuevamente el fantasma se disipa, dejándole en las manos la sensación de un sudor frío y pegajoso. <tb>