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Actualizado: 8 de noviembre de 2025
12 Porque nuestras rebeliones se han multiplicado delante de ti, y nuestros pecados han atestiguado contra nosotros; porque nuestras iniquidades están con nosotros, y conocemos nuestros pecados: 13 Rebelar, y mentir contra el SE
24 él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia, por cuya herida habéis sido sanados. 25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas; mas ahora sois ya convertidos al Pastor y Obispo de vuestras almas.
Escribe a tus señores y muéstrateles agradecido, que la ingratitud es hija de la soberbia, y uno de los mayores pecados que se sabe, y la persona que es agradecida a los que bien le han hecho, da indicio que también lo será a Dios, que tantos bienes le hizo y de contino le hace.
María Antonia Fernández no volvió a pisar las tablas, hizo desde aquel punto vida retirada y ejemplar; y la amargura de su arrepentimiento tardío, las duras mortificaciones con que se castigó ella misma y la vergüenza y el profundo pesar que el recuerdo de sus pecados le causaba, acabaron pronto con la salud de su cuerpo, concediéndole en cambio la salud del alma.
Ella le había hecho hombre, a costa de sacrificios, de vergüenzas de que él no sabía ni la mitad, de vigilias, de sudores, de cálculos, de paciencia, de astucia, de energía y de pecados sórdidos; por consiguiente no pedía mucho si pedía intereses al resultado de sus esfuerzos, al Provisor de Vetusta.
Ahora, en cambio, le parecía cumplir con una obligación pueril, superflua. Sentía una especie de fría hostilidad en las caras de las imágenes y en el brillo de las cruces doradas. Sin hacer mayor memoria de pecados, respondió brevemente a cada pregunta que oía musitar al sacerdote. Iba a levantarse, cuando sin saber por qué murmuró: Padre, me olvidaba decirle que me caso por casarme.
Parece que es el sacerdote que le dio la primera comunión. ¿Y qué le dice usted que tan largo es? ¿Los pecados mortales? No, por cierto. Podían equivocarse de camino y... figúrese usted. Las cartas se pierden algunas veces. Enséñeme usted la carta, ¿quiere usted? No. ¿Tan graves secretos escribe usted a ese padre Jalavieux? Elena titubeó. No son precisamente secretos... ¿Qué son, entonces?
Y ellos seguirían esa, misma ley, y serían dichosos, y ella lo vería; y si algún día los vientos de la maldad llevaban hasta los oídos de Luz el ruido de los pecados de la madre, o no los daría crédito la hija, o si se le daba, ya habría en su corazón la necesaria fortaleza para perdonarla después de llorarlos.
Decía el pobre hombre que se sabía de memoria los pecados de la Regenta y la interrumpía siempre con su eterno: 'Bien, bien, adelante: ¿qué más? adelante... reza tres Padrenuestros, una Salve y reparte limosnas'. ¡Qué hombre tan raro! ¿Cuándo le había hablado don Cayetano de si tenía ella este o el otro temperamento?
Buen mozo decía de él , buen caballero, pero igual casi a los liberales. ¡Ay, la vida en tierra extranjera! ¡Cómo cambia a los hombres!... ¡Qué pecados!... Ahora su entusiasmo era sólo por Dios, y su dinero emprendía el camino de Roma. Una suprema ilusión animaba su existencia. ¿No le enviaría antes de morir la «Rosa de Oro» el Santo Padre?
Palabra del Dia
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