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Lo mejor que podemos hacer es separarnos y seguir cada cual nuestro camino que respectivamente habrá de conducirnos a la vida y a la tumba. El doctor hizo aquí una breve pausa y luego prosiguió: Ahora voy a decir cómo pienso emplear los pocos días que me restan de existencia. Desde hoy viviré solo con José, mi criado más antiguo, en Ville d'Avray.

Las hilas se enredaron y preciso fue inclinarse hacia la luz para buscar el hilito, haciendo una pausa mientras tanto. ¿Querrá usted creer que no pone fecha ninguna?... Me dice, sin embargo, que escribe en el restaurant de la estación, esperando el tren ascendente... Como el pobre es tan extremoso, quiso a toda prisa sacarme de cuidados...

Hizo aquí una pausa, tragóse un buen bocado, preparó otro muy grande y dijo mientras tanto: Perro ¿no comes, hombre?... ¡Si no has tomado más que las ostrras!... No tengo ganas...

Al noveno compás se acaba la primera parte y hay una pequeña pausa, en la cual sólo se escucha el leve sonido de la guitarra.

Repito que es una cobardía, y permíteme que te diga que hacerlo delante de gente es aún otra cosa peor. A todos nos causó mal efecto aquella escena, y hubo una pausa. Villa entabló otra conversación para que cesase el embarazo.

¡Habla!... ¡habla!... te digo que hables pronto... ¿qué hay, Petra?... ¿qué hay?... Don Fermín, con disimulo, apoyó una mano en la mesa. Hubo una pausa . Habla, por Dios.... ¿En confesión? Petra, habla... pronto... Señor, yo he prometido decir a usted... todo.... , todo, habla. Pero ahora no ... no ... si debo....

Perfectamente contestó Edmundo. ¿Ocurre algo? Nada. Sucedió una pausa, una pausa embarazosa. Edmundo continuaba con la puerta abierta; León recurrió a su dedo, que mostró a Edmundo. ¡Se peleó con él el maldito bribón! dijo, y partió en seguida.

No, hermano; los pasos del que viene siguen muy reposados, y suenan muy al compás; pero el ramaje, que tanto se inclina y enmaraña por este sitio, roba al alcance de los ojos lo que permite al sentido de las orejas. Si vienen con mucha pausa, es sin duda el doctor y boticario Gorgueran, el médico, que cura por igual todos los miembros del doliente.

Después de un cambio de ceremonias, de saludos y de reverencias interminables, tomaron las sillas que les presenté y ambos se pusieron á contemplarme con un aire de grave beatitud. Y bien pregunté ¿se terminó? Se terminó respondieron al mismo tiempo. Muy bien añadió la señorita de Porhoet. Maravillosamente agregó el señor Laubepin, añadiendo después de una pausa: El Bevallan se fué al diablo.

Siguió una pausa a tan profunda respuesta, y mientras tanto miraba yo de reojo al cura, que se zarandeaba y tomaba rapé para disimular y tomar una actitud que fuera conveniente. Mi buen cura le dije con voz insinuante, si fueseis tan amable como... ¿Qué más, Reina? Digo... os haría algunas preguntitas más sobre ciertos temas que me andan por la mente.