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Actualizado: 23 de junio de 2025
En verdad, lo está, doctor respondió Priscila ; sin embargo, garantizo que la próxima será tan buena como ésta. Mis pasteles de cerdo no salen buenos por casualidad. No sucede así con vuestras curas, ¿verdad, Kimble?
Se dejan enfriar y se guarnecen con crema batida. PASTEL RELLENO DE DULCE. Se preparan los pasteles de pasta de hojaldre; se rellenan de dulce de ciruela y se adaptan uno sobre otro los dos pasteles. Se dora con una yema de huevo y se pone al horno; se espolvorea con azúcar; se retira, y se sirve.
Anímate, hombre, y prueba un bocadito; si te digo que mi cocinero es de primera, ¿qué tal? ¿me doy yo la gran vida o no? ¡ya ves cómo me regalo el estómago, y esto es de todos los días, que, para mí son siempre de fiesta, ¡pavo y pasteles! cuántos, de casa propia, no lo catarán hace siglos; ayer tuve pollo, y anteayer también, y un habano, de postre, enterito, ¿eh?...
La mamá y las niñas volvieron al comedor y dieron vuelta a la mesa, leyendo las tarjetas que acompañaban a los regalos. Allí estaba la del tío don Juan. Siempre el mismo. El muy tacaño, a pesar de sus millones, se había contentado con media docena de pasteles: total, tres pesetas. No se arruinaría.
Pues ¿qué alabanza, qué encarecimiento bastará a celebrar a mi paisana, cuando despunta por lo habilidosa? ¡Qué guisos hace o dirige, qué conservas, qué frutas de sartén, y qué rara copia de tortas, pasteles, cuajados y hojaldres!
Jóvenes en traje ligero de casa juegan á la sipa, hacen ejercicios gimnásticos valiéndose de trapecios improvisados: en las escaleras se sostiene un asalto entre ocho ó nueve, armados de bastones, picas, ganchos y lazos, pero asaltantes y asaltados no se hacen daño por lo general; los golpes paran de rebote sobre la espalda del chino tendero que en la escalera vende comistrajos é indigestos pasteles.
Allí encontraban lomos y jamones intactos, pasteles de cerdo que acababan de salir del horno y manteca fresca recién hilada; en fin, todo lo que el apetito de gentes ociosas podía desear, y de mejor calidad, quizá, que en casa del squire Cass, aunque la abundancia no fuera mayor.
Luego que don Quintín se quedó solo en el gabinete, sacó de bajo la capa una botella de Jerez barato y tres o cuatro paquetes: en uno traía jamón en dulce, en otro pasteles y aceitunas, en el último y más voluminoso, una rosca para Carola, que tenía buenos dientes, y para él un panecillo bajo, todo miga.
Bajo su influencia, uno llegaba hasta a olvidar que los tales pasteles estaban guardados en un viejo fuentón de lata, bajo la cama, en compañía del antiguo cajón de fideos, hoy humilde depósito de tabaco para el uso de la patrona, y expuestos a las correrías irrespetuosas de las pulgas matreras , que pasan su vida viajando de los perros a sus dueños y de éstos a los perros, hasta encontrar algún benévolo forastero que, a pesar suyo, las lleve por ahí a tierras lejanas.
No exclamó alegremente... Quiero que el té de la señora sea perfecto. Eso hará rabiar a Mariana, la cocinera de la señorita Bonnetable añadió con la cara llena de satisfacción. ¿Por qué ha de rabiar? La señorita sabe bien que en el último té de la señorita Bonnetable los pasteles de chocolate estaban quemados. ¡Ah! y los tuyos... Los míos son siempre perfectos respondió Celestina con vehemencia.
Palabra del Dia
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