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Crespo tenía bien definida y arraigada su vocación: la naturaleza; Quintanar había llegado a viejo sin saber «cuál era su destino en la tierra», como él decía, usando el lenguaje del tiempo romántico, del que le quedaban algunos resabios. Era el espíritu del ex-regente, de blanda cera; fácilmente tomaba todas las formas y fácilmente las cambiaba por otras nuevas. Creíase hombre de energía, porque a veces usaba en casa un lenguaje imperativo, de bando municipal; pero no era, en rigor, más que una pasta para que otros hiciesen de él lo que quisieran. Así se explicaba que, siendo valiente, jamás hubiese tenido ocasión de mostrar su valor luchando contra una voluntad contraria.

Fabrica en su casa pequeñísimas ventanas que conducen á sus pulmoncitos. No obstante, el hambre oblígala á aventurarse: al anochecer se encarama un poco por la vecindad y pasta alguna planta, su único sustento. Viva refutación de los que en el día creen ser la belleza hija de la muerte, de la sangre, del asesinato, de una brutal acumulación de sustancia.

MIL HOJAS. Se hace un hojaldre fino, se extiende con el rollo y con un frutero grande de cristal se cortan unas cuantas circunferencias iguales, y en unas latas se meten al horno por separado; una vez doradas se dejan enfriar y se coloca una capa, que se rellena con pasta de ciruela, cereza, grosella, albaricoque, o lo que más guste; se pone otra capa y se rellena de crema, otra de fruta, otra de Chantilly, y así sucesivamente, se rodea de merengue y se cubre con una mermelada con frutas confitadas.

El senador y su acompañante se admiraron de que esta pasta, que parecía un artículo de tocador, fuese uno de los terribles explosivos de la guerra moderna.

El señor Pasta se puso los anteojos, hizo de leer algunos papeles y viendo que el joven esperaba, tartamudeó: Yo quería decir una cosa... quería decir, pero ya se me pasó... usted, con su vivacidad me interrumpió... es cosa de poca monta... Si supiera usted como tengo la cabeza, ¡tengo tanto que hacer! Isagani comprendió que le despedía. De manera, dijo levantándose, que nosotros...

La voz cálida y arrastrada de voluptuosidad sonaba aún burlona. Usted se mataría... ¡Linda cosa! Yo también me maté... ¡Ah, le interesa! ¿verdad? Pero somos de distinta pasta... Sin embargo, traiga su cloroformo, respire un poco más y óigame. Apreciará entonces lo que va de su droga a la cocaína. Vaya.

Y, sin embargo, después de escuchar tan grandes pensamientos, todavía D. Dionisio se obstinaba en escribir sonetos en la oficina. Todos en la casa experimentaban los efectos benéficos de las corrientes científicas que soplaban en el privilegiado cerebro del jefe de la familia. Pero la que los sentía más a menudo era Carlota por su buena pasta.

Prefiero eso, dijo Isagani; el señor Pasta es filipino, y fué condiscípulo de mi tío. Pero ¿cómo interesarle? Allí está el quid, repuso Makaraig mirando atentamente á Isagani; el señor Pasta tiene una bailarina, digo... una bordadora... Isagani volvió á sacudir la cabeza. No sea usted tan puritano, díjole Juanito Pelaez; ¡el fin salva los medios!

Se hace con todo una pasta y se frota con ella el mármol. Después se pasa una esponja con jabón, y el mármol queda como nuevo. PARA LIMPIAR MANCHAS DE ACEITE DEL CUERO. Se mojan las manchas con espíritu de sal de amoníaco durante unos momentos, y en seguida se lavan con abundante agua para impedir que aquella sustancia se coma el color del cuero.

BIZCOCHOS PARA BRAZO DE GITANO. Se baten las claras de tres huevos a punto de nieve, mezclando tres cucharadas de azúcar hasta dejarlo como merengue; se echan las tres yemas enteras y se vuelve a batir mucho; se mezclan tres cucharadas de harina sin batir, pero bien mezclada; se unta un molde con mantequilla, se echa la pasta y se mete al horno suave algo más de un cuarto de hora.