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Actualizado: 24 de octubre de 2025
No he visto a estos indios conserven ninguna superstición ni rito de los de su gentilidad con sus muertos; lo único que hacen es, luego que expira, y en el tiempo que el cuerpo permanece en sus casas, y también en el entierro, se oye que algunas indias viejas, parientas o cercanas del difunto, lloran con una especie de tono ronco y desagradable, mezclando algunas palabras de sentimiento.
¿Por qué no hemos de acordarnos?... Y bien que lo hacías tú, gachona; bien ajustadito, aunque te hacía falta un poco de garbo. Calle, calle, hermana, que ya no nos corresponde hablar así. Por la regla del instituto no podían tutearse las hermanas aunque fueran próximas parientas. La hermana María de la Luz no olvidaba jamás este precepto; pero su prima lo infringía a cada instante.
A la niña la recomienda mucho a sus relaciones femeninas y muy especialmente a unas parientas del propio «tramitador», señoritas distinguidas que figuran mucho en sociedad, las cuales toman bajo su protección a la neófita, logrando que sea invitada a las principales fiestas de nuestro gran mundo. El «tramitador», que todo lo prevé, tiene buenos amigos entre los cronistas sociales de los diarios.
A las once de la mañana, precisamente en el instante en que esa hora sonaba en la torre de la Colegiata, se sentaban en el estrado de Peleches Rufita González y su madre, las «parientas» de la casa, con todos los útiles de visitar encima: guantes, abanico, sombrilla y tarjetero, y los trapos mejores del baúl.
Por medio de unas parientas, matronas muy distinguidas y muy dadas a la caridad pública, hace que la señora del terrateniente sea incluída en la comisión directiva de una tradicional institución de beneficencia. Con esto la excelente señora alcanza también aquella figuración correspondiente a su edad, a su posición y a sus gustos.
Y ¿quiénes son esas parientas, papá? Pues la hermana y su hija del marido de tu tía Lucrecia. No veo el parentesco. Ni yo tampoco... ni ellas mismas le verán, porque no existe; pero desean aparentarle. Buen provecho les haga, ¿no es verdad? Se me olvidó ese detalle en mi carta, y ahora le recuerdo. La madre no llega a tanto.
Las parientas de la señora Aubry se retiraban, algo azoradas, por la llegada de algunas jóvenes, cuyas toilettes elegantes personificaban, a sus ojos de provincianas tímidas, la temible insolencia del lujo parisiense. Las recién llegadas, Mabel d'Ornay, la señora de Blandieres y sus hijas, manifestaron gran regocijo al ver a Huberto. ¡Qué feliz encuentro, señor Martholl!
Aún estaban la marquesa y la condesa expresando la alegría que esta noticia les causaba, cuando se abrió la puerta y Rafael Arias se precipitó en los brazos de sus parientas, estrechándolas repetidas veces entre los suyos, y la mano al general. ¡Cuánto me alegro de verte, mi bueno, mi querido Rafael! decía la condesa.
Su esposa no podía tolerar el desenfado de las sobrinas, y Pablo, el hijo mayor, el favorito de la madre, apoyaba sus protestas contra aquellas parientas que venían a turbar la tranquilidad de la casa, como si con ellas trajesen un olor, un eco, de las costumbres del marqués. ¿De qué te lamentas? decía don Pablo aburrido. ¿No son tus sobrinas? ¿No son sangre tuya?...
17 La desnudez de la mujer y de su hija no descubrirás; no tomarás la hija de su hijo, ni la hija de su hija, para descubrir su desnudez: son parientas, es maldad. 18 No tomarás mujer juntamente con su hermana, para hacerla su rival, descubriendo su desnudez delante de ella en su vida.
Palabra del Dia
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