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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Escucha, Jarifa mía: Llegó a Cartama Celindo Con tu carta, cuando estaba El sol inclinado al Sur, Pardo y triste, y no sin causa. Leíla, beséla, y dile Albricias de mi esperanza, Que se perdió en el ausencia Después de llena de canas. Vestíme, hermosa señora, Colores, plumas y galas; Que un alegre pensamiento Con todas tres se declara.

El chico le echó los brazos al cuello. «Yo no le impido ni le impediré a usted que le siga queriendo, ni aun que le vea alguna vez dijo la señora, contemplando a Juanín como una tonta . Volveré mañana y espero convencerle... y en cuanto a la administración del Pardo, no crea usted que digo que no. Podría ser... no ...». Izquierdo se dulcificó un poco.

¿Qué hay, niño; qué sucede? toda la vecindad está alborotada... ¿se prende fuego la casa?... nos preguntó. Al contrario, creo que se apaga el fuego... tu patrona parece que acaba de reventar contestó don Benito con la más perfecta calma. ¿Quién? ¿la tigra?... ¡al fin!... replicó el pardo con el acento de un hombre que se desahoga.

No puedo consentir que caiga en la miseria y en la abyección, siendo, como soy, responsable... ¡Oh!, mi mujer me perdone; pero una esposa, por inteligente que sea, no puede hacerse cargo de los motivos morales, , morales que tengo para proceder de esta manera». Y siempre que iba de noche por las calles, todo bulto negro o pardo se le antojaba que era la que buscaba.

De allí me les empaquetaron para el Pardo, de donde me mandó Nina un papelito, diciéndome que haga un empeño para que la suelten... Veréis lo que hice esta mañana: alquilé una bicicleta y me fui al Pardo... Antes que se me olvide: si sabe mi mujer que he paseado en bicicleta, tendremos bronca en casa.

En seguida Don Francisco Roca, académico de la de San Fernando y Director de arquitectura de la de San Luis de Zaragoza, levantó el plano muy parecido a la de aquella ciudad, si bien mas en pequeño, nombrándose director de obras a D. Ramón Pardo, arquitecto y vecino de la capital de Aragón.

Hombre, creo que no; pero nada puede asegurarse. A lo mejor... una casualidad... Un largo silencio acogió estas palabras poco tranquilizadoras. El Mosco seguía hablando para distraer a sus acompañantes de la fatiga de la marcha. Describía la grandeza de El Pardo: nadie lo conocía tan bien como él. En algunos sitios no podrían encontrarle todos los guardas juntos, de a pie y a caballo.

Pudiera agregarse que aun hoy en Sagayo y otros lugares de Castilla la Vieja se mantiene con el nombre de anguarina el traje pardo del Almirante con igual longitud y anchura; con las maneras, las mangas largas y la capilla, con que sin serlo, parecen frailes de San Francisco los campesinos.

La calle se cubrió de paraguas. El Magistral, que espiaba detrás de las vidrieras de su despacho, vio un fondo negro y pardo; y de repente, como si se alzase sobre un pavés, apareció por encima de todo una caja negra, estrecha y larga, que al salir de la tienda se inclinó hacia adelante y se detuvo como vacilando. Era don Santos que salía por última vez de su casa.

La buena y franca amistad que encontré en Lucban, detuvo mi viaje más tiempo del que me había propuesto, decidiéndome por último, aunque no sin trabajo, á señalar día para seguir á Tayabas; aquel llegó como todo en la vida, y en una entoldada tarde, me puse en marcha acompañado de mi inolvidable amigo Pardo.

Palabra del Dia

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