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Actualizado: 28 de junio de 2025
Tan despreciable es a mis ojos el incrédulo que finge devoción, cuanto es infame el creyente que blasfema de lo que tiene por santo. No quise que la duda me arrastrase al cinismo. He aceptado la desdicha por no doblegarme al envilecimiento, y, huyendo de reconocerme perjuro, he parado en ser apóstata.
Soy el que hace unos días le trajo á usted muy mal parado á su casa, y venía á ver si estaba usted ya completamente restablecido. Si, señor; estoy bueno contestó bruscamente, y entrando en la sala, á donde le siguió el joven: ¿no se ofrece nada más? Nada más, y me retiro: acabo de llegar dijo con afectada naturalidad el militar. Me retiro repitiéndole que me intereso mucho por su salud.
Delante de nosotros ha pasado un indio que se ha parado á encender un cigarro en una de las muchas luces que hay en la caída, á pesar de ser las cuatro de la tarde; aquella parada, desde luego nos da á conocer no habrá bautizo, ni necesidad de preparar agua de socorro.
Un ser maltratado por la naturaleza, horrible, una especie de cosa sin forma y sin nombre, no había parado hasta sacarme de un lance apurado, y yo, hombre lleno de altivez, dotado de cierta razón por la naturaleza, y llegado por ella al sentimiento de la responsabilidad moral, había dejado mil veces, sin hacerles advertencia alguna, meterse á otros hombres, hasta á los que llamaba amigos, en pasos bastante más terribles que el desfiladero de una montaña.
Y todo esto le acontecía parado, siendo objeto de la curiosidad de los que pasaban y cruzaban, que no podían menos de decirse: ¿Qué acontecerá al cocinero mayor? Y Montiño no se acordaba de que había dado á Quevedo la carta y de que Quevedo no se la había devuelto.
Al extraño son de aquellas palabras, o acaso por obra del linimento, Fray Miguel imaginó que todo brincaba y giraba en torno suyo con rapidez vertiginosa; que los muros y el suelo se estremecían y amenazaban derrumbarse, y que el edificio no estaba parado y fijo sobre su cimiento, sino que iba lanzado por el espacio sin límites.
Abrazóle la duquesa asimismo, y mandó que le regalasen, porque daba señales de venir mal molido y peor parado. Capítulo LVI. De la descomunal y nunca vista batalla que pasó entre don Quijote de la Mancha y el lacayo Tosilos, en la defensa de la hija de la dueña doña Rodríguez
En esto, alzó los ojos y vio que su amo estaba parado, procurando con la punta del lanzón alzar no sé qué bulto que estaba caído en el suelo, por lo cual se dio priesa a llegar a ayudarle si fuese menester; y cuando llegó fue a tiempo que alzaba con la punta del lanzón un cojín y una maleta asida a él, medio podridos, o podridos del todo, y deshechos; mas, pesaba tanto, que fue necesario que Sancho se apease a tomarlos, y mandóle su amo que viese lo que en la maleta venía.
Tristán que se había parado un instante a escuchar, sintió un estremecimiento de ira. Y rechinando los dientes murmuró: ¡Imbéciles! Se alejó de aquel interesante grupo dispuesto a salir a la calle aunque tuviese que pasar por delante de Rojas. Felizmente éste ya no estaba allí.
Anduvo un capitan dando vueltas para recogerlos, y viendo el último escuadron que estaba parado cerca de la fortaleza del enemigo, no temió manifestar claramente su miedo, y hablar á voces á los suyos de esta suerte: "Caminemos, les dice, paisanos mios, porque pereceremos con los otros."
Palabra del Dia
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