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Actualizado: 23 de junio de 2025
Maltrana se fijó en su camisa de tela burda, que asomaba el cuello por encima de varias vueltas de una corbata obscura. El punto negro y bullidor de un parásito movíase entre el borde del lienzo y la piel rojiza de su cuello. No necesito más allá de un real para vivir continuó el devoto con cierto orgullo . Nunca he comprado un periódico, ni sé lo que es tener una caja de cerillas.
El jefe del tren gesticulaba al frente de los perseguidores, algunos de los cuales reían. ¿Qué es eso? pregunté al empleado. Un tuno que tiene la costumbre de viajar sin billete contestó con énfasis . Ya le conocemos hace tiempo: es un parásito del tren, pero poco hemos de poder o le pillaremos para que vaya a la cárcel. Ya no vi más al pobre parásito.
Trabajo, poco, y un calor de infierno que irritaba el mal humor de Pepe y hacía hervir en su interior la caldera de las maldiciones, que se escapaban a borbotones por su boca. La gente de posibles estaba allá lejos, en sus Biarritces y San Sebastianes, remojándose los pellejos, mientras él se tostaba en su cocherón. ¡Lástima que el mar no se saliera, para tragarse tanto parásito!
En realidad, era una mezcla de amigo y de parásito, el camarada pobre, complaciente y activo que acompaña al señorito de familia rica en mala inteligencia con sus padres, participando de las alternativas de su fortuna, recogiendo las migajas de los días prósperos é inventando expedientes para conservar las apariencias en las horas de penuria.
La hormiga, avara y sin entrañas, la explota y la gobierna á pesar de su pequeñez, lo mismo que en el mundo de la criminalidad vertical, los hombrea del «cofre-fuerte», de la mano imantada que atrae á los céntimos y del paño duro que exprime, dominan á las grandes masas. Hasta en su muerte se ve explotada la cigarra por el triunfante parásito.
Sólo dos seres, los más débiles e indefensos, Paquito y Lilí, resistían a la voluntad omnipotente del desvergonzado parásito, a quien el instinto de ángel de ambos niños representaba siempre como un reptil bañado por los rayos del sol, brillante a la vez que asqueroso.
El saqueo de la Naturaleza, la amputación de sus entrañas de hierro, había servido únicamente para la felicidad de unos cuantos y para qué el parásito sagrado que se ocultaba tras ellos fuese el verdadero amo de todo. ¡Debía terminar aquel carnaval de la Fortuna, que sólo servía para dar nuevas fuerzas al fanatismo religioso y para irritar á la miseria, con el alarde de una concentración loca de la riqueza, que avivaba los odios sociales!...
Te estás matando decía Argensola . Bailas demasiado. La gloria de su amigo representaba nuevas molestias para él. Sus plácidas lecturas ante la estufa se veían ahora interrumpidas diariamente. Imposible leer más de un capítulo. El hombre célebre le apremiaba con sus órdenes para que se marchase á la calle. «Una nueva lección» decía el parásito.
Había llegado a los diez y nueve años, hambriento y casi desnudo como un salvaje, durmiendo en la torcida barraca donde gemía y rezaba su abuela, inmóvil por el reuma: de día ayudaba a botar las barcas, descargaba cestas de pescado, o iba de parásito en las lanchas que perseguían al atún y la sardina, para llevar a casa un puñado de pesca menuda.
Su generosidad, mal empleada primero, ya en mujeres livianas, ya en sostener en la holganza y la crápula al desvergonzado parásito Pepe Carranza, empieza a tomar atinada dirección merced al cariño, sin el menor viso ni asomo de concupiscencia, que le inspira Soledad, fiel y honrada ama de llaves.
Palabra del Dia
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