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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Su hija se había quitado el manto que hasta entonces cubriera sus hombros y cabeza y los dos jóvenes admiraron en ella uno de los tipos más acabados de la belleza italiana, que muy pronto atrajo toda la atención y las miradas de Gualtero. ¿Y qué me decís de esto? preguntó el anciano, desenvolviendo el paquete que tantas zozobras le había proporcionado.
No sea loco, Maltrana. Todos ustedes los de pluma son unos perdidos y creen iguales a los demás. ¿Y París? ¿Y sus idas de noche a Montmartre?... Acuérdese cómo entretenía la otra tarde a Goycochea y Montaner contándoles sus buenas fortunas... Apuesto cualquier cosa a que si me deja entrar en su camarote encuentro un paquete de fotografías comprometedoras y de cartas de amor.
«Hace tres meses que no se ha pagado la pensión dijo ella al cabo, metiendo la mano en alguna parte de su extraña vestimenta». Porque el gabán tenía un bolsillo hondo. Su autora había sido pródiga en esto, presumiendo tener mucho que guardar. De aquel pozo de tela sacó un paquete de papel que parecía contener dinero.
Pues mira: toma la llave, y abre mi ropero para que saques una cosa. Lleva la vela; yo te diré lo que quiero.... Angelina la obedeció. ¿No hay allí una cajita de laca, una cajita negra?... Pues, sácala. Abrela, aquí, delante de mí. En ella encontrarás un paquete de retratos. Angelina hizo lo que deseaba la tía Carmen. Era una colección de retratos de familia.
Encima ese saco de noche. Cuidado con la sombrerera. Ese paquete que es cosa delicada. Todo lo oye, lo toma, lo encajona, a nadie responde; es un tirano en sus dominios. La hoja, señores, ¿tienen ustedes todos sus pasaportes? ¿Están todos? Al coche, al coche.
Al abrir la carta de Hop-Sing, revoloteó hacia el suelo una tira de papel amarillo, que a primera vista me figuré cándidamente que sería la etiqueta de un paquete de sorpresas chinas, tantas eran las figuras y jeroglíficos que contenía.
El mismo día, Dolly llevó un paquete y extendió delante de Marner las ropitas una por una en su orden natural de sucesión. La mayor parte estaba zurcida y remendada, pero muy limpita y agradable, como las plantas que comienzan a crecer. Esto sirvió de introducción a una gran ceremonia practicada con agua y jabón, de la que la criatura salió revestida con una nueva belleza.
Espera, hombre, que vas a romper el papel; trae acá, yo te prepararé el paquete. Lo envolvió todo muy bien, aseguró el lío con un cordón, y se lo entregó. Pero no te vayas todavía; no tengas cuidado, que nadie vendrá. Háblame, antes, de la tía Silda, ¿qué te ha dicho? ¿qué te dió de almorzar?
Perdón, ciudadano; me veo obligado a dejarle. Como usted quiera, mi sargento, y gracias. Si vuelve usted a ver a Gaspar, dígale que le lleva un abrazo de Juan Claudio Hullin y que esperamos noticias suyas en la aldea. Bien..., bien..., no dejaré de hacerlo. El sargento salió, y Hullin vació su jarro, muy pensativo. Señor Wittmann dijo al cabo de un momento , ¿y mi paquete?
Iba presuroso y acobardado, llevando un paquete de papel en la mano, algo como dos libras de azúcar, recién compradas en la tienda. ¡Aquel lleva veneno! gritaron varias mujeres corriendo hacia él. El lego fue rodeado por un grupo y desapareció en él. No se vio más que un estremecimiento de brazos y cabezas, un enjambre de cuerpos que forcejearon entre gritos.
Palabra del Dia
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