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Tuve que confesar mi ignorancia al respecto, pero, en contestación a su pregunta, deploré el fin trágico e imprevisto de nuestro amigo, y le manifesté cómo había quedado en posesión del paquete de naipes, en los cuales estaba escrito el enigma cifrado. ¿Tiene usted una idea de lo que en realidad era su secreto? preguntó el viejo enjuto. Quiero decir, ¿sabe usted de dónde provenía su gran fortuna?

Pasó por una avenida del parque, casi saltando, con la toca revoloteante y moviendo bajo la blanca falda el ágil compás de sus piernas enjutas. Llevaba en las manos pálidas y transparentes un paquete de ropas. Su nariz y sus orejas brillaban con una claridad de vidrio sonrosado bajo la luz del sol. Parecía un cuerpo diáfano, con la transparencia malsana de la miseria física.

Compra, por ejemplo, un paquete de cigarrillos y una caja de fósforos, diariamente y a la misma hora: el almacenero nota la singularidad y designa a su cliente con el mote de "el de los cigarrillos", llegando un momento en que ya el cliente no tiene ni necesidad de solicitar su consumo.

Durante toda esta conversación, Morrongo despertó, arqueó el lomo tanto como el de un camello, dio un gran bostezo, se relamió los bigotes y olfateando en el aire ciertas para él gratas emanaciones, fuese acercando poquito a poco a don Modesto, hasta colocarse detrás del perfumado paquete colgado de su bastón.

Por fin entró Ayestarain, y Luis María salió, dejándome sobre la mesa el paquete de cigarrillos, pues se me habían concluído. Mi ex condiscípulo me contó entonces lo que en resumen es esto: Cuatro o cinco noches antes, al concluir un recibo en su propia casa, María Elvira se había sentido mal cuestión de un baño demasiado frío esa tarde, según opinión de la madre.

La tapada abrió la cartera, sacó de ella un paquete de cartas y las contó. Contó seis. Eran cuatro dijo , y éstas... del conde de Olivares... del duque de Uceda. Juan Montiño no pudo entender estas palabras que la dama había murmurado. Luego reunió aquellas cartas, las guardó en la cartera y dejó ésta sobre la mesa. ¿Habéis visto estas cartas? No, señora. ¿Habéis hablado á alguien de ellas?

Pero antes que llegase recibió el paquete de los nuevos títulos comprados que le enviaba un banquero amigo de Samper a quien éste los había dejado con tal objeto. Tristán quedó estupefacto y aterrado de su precipitación.

Como usted me corresponda, . ¿Y si se lo digo á la rubia? No tengo el gusto de conocerla más que de vista. De todos modos, no me gusta usté. Gracias por la franqueza. Tiene usté mala opinión de las mujeres. Si todas me tratan como usted, no me faltan motivos. Ya me hizo usté romper una abuja.... No importa, yo la regalaré á usted un paquete. Es que á este paso no acabo la camisa en ocho días.

Nada sacó en limpio Isidora de las diligencias de aquella tarde, sino un nuevo gasto en coches y tranvías. Acompañábala D. José Relimpio, el cual mostró tales deseos de fumar, que Isidora, sensible a esta necesidad como a todas, le obsequió con un paquete de puros de a medio real.

Dos descuidos imperdonables tuvo, sin embargo: quedósele traspapelado en la carta de escribir el plieguecillo en que había hecho sus pruebas caligráficas y olvidóse por completo de que en un cajoncito oculto de la arquilla antigua del boudoir existía, hacía más de tres años, un paquete de cartas.